Martin Richard. :: R. C.
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Martin no pudo abrazar a su padre en la meta

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El altavoz apresurado de las redes sociales convirtió en mártir de Boston en las primeras horas a una niña sin identificar. La foto corrió como la pólvora por Twitter: una cría rubia con gafas, retratada corriendo en alguna prueba, símbolo del dolor y la rabia de un país que, en apariencia, volvía a sufrir el sinsentido del terrorismo. Sin embargo, los propios internautas se fueron corrigiendo según fluía la información en los medios. La víctima no era una niña, sino un niño de ocho años.

Martin Richard esperaba en la línea de meta a su padre junto a su madre y sus dos hermanos. Los Richard son una familia modelo en Dorchester, el acomodado suburbio de mayoría irlandesa en Boston, donde Bill Richard es un activo líder de la comunidad y la madre trabaja en la escuela. El pequeño Richard examinaba a cada corredor que cruzaba la meta, esperando descubrir a su padre para abrazarlo, cuando estalló la primera de las dos bombas en la calle Boylston. Murió en el acto. Su hermana de seis años ha perdido una pierna y la madre se encuentra en estado crítico tras ser operada de lesiones cerebrales. El padre y un hermano mayor resultaron ilesos.

«Son una familia muy querida que contribuye a la comunidad de muchas formas», lamentaba un concejal. «Es surrealista, trágico, incomprensible». Al pequeño Martin le gustaba trepar a los árboles y jugar en el jardín de su casa, recordaba una vecina. Una inocente fotografía de él colgada en Facebook adquirió un nuevo y terrible sentido: Martin sosteniendo una cartulina en una marcha organizada por su profesora. Entre dos corazones y el símbolo de la paz pintados se puede leer en trazo infantil: «No herir a más gente. Paz».

Los Richard son católicos practicantes. Martin hizo la primera comunión el año pasado en la iglesia de Santa Ana en Boston, que ayer acogió una vigilia en su memoria.