Un Cádiz que hace lo bueno, malo
Actualizado: GuardarLlegados a estas alturas de la temporada sobra decir que el problema del Cádiz tiene mucho que ver con la debilidad mental que han estado demostrando muchos de sus futbolistas. Un veneno que parece contagiarse entre unos y otros, como si ponerse la camiseta amarilla este año fuera algo parecido a meterse dentro de esas pesadas armaduras de la Edad Media, que llevaban los guerreros que estamos hartos de ver en películas y novelas de ficción. Como si el color de esa elástica arrojara la mala suerte que, como en el tópico, le atribuyen los artistas.
Lo que pasó el domingo contra el Écija fue como un ‘cocktail’ de ambas cosas. Una primera parte marcada por la inoperancia bien mezclada con una segunda en la que la fortuna dio la espalda y los palos dictaron sentencia.
La que deberá cumplir un Cádiz que, por desgracia, hace malos a los buenos. Si no, ahí están los números. Desde que llegó a final de diciembre las sensaciones son de que Raúl Agné ha sido capaz de darle sentido al caos, pero la realidad es que sus números, tirando de media, no mejoran demasiado los de Alberto Monteagudo y eso que tuvo la oportunidad de retocar la plantilla.
Al bueno de Mequinenza hasta se le escapó una vez que los suyos no daban más de sí, un error muy criticado pero que, no por ello, deja de ser una afirmación fiel a la realidad.
A mi entender no se trata de una cuestión de calidad. Sigo sin bajarme del burro de que el Cádiz tiene equipo para estar arriba en este grupo. Más bien, el arduo peregrinar en el que se está convirtiendo esta temporada se debe a que hay mucho futbolista de perfil bajo y eso, en un grupo, se contagia. Preocupa que gente con muchas tablas como Jorge Luque o Peragón estén demostrando no tener fuerzas para levantar a este plantel, que a cinco jornadas para el final no ha cumplido con el triste objetivo de la permanencia. Y Dios quiera que a mitad de