ESPAÑA

Un letrado de Estado

Uno de los siete padres de la Carta Magna, pertenece al círculo político de confianza que consulta el Rey

MADRID. Actualizado: Guardar
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Miquel Roca es uno de los escasos políticos que no están en activo a los que el Rey escucha. Hablan por teléfono, y cuando el abogado barcelonés está en Madrid no es raro que acuda con discreción al palacio de la Zarzuela. Don Juan Carlos conoce al que fuera uno de los siete ponentes de la Constitución desde hace 35 años. No es una sorpresa, por tanto, que el jefe del Estado pensará de inmediato en él para la defensa de su hija. La elección demuestra a las claras la máxima importancia que otorga el jefe del Estado al asunto.

Ningún abogado en España reúne las condiciones de tener gran prestigio en la profesión, una trayectoria política reconocida por amigos y adversarios, goza de la confianza real y tiene el aura de ser uno de los padres de la Constitución. Roca no va a llevar la defensa ante el juzgado, tarea que recaerá en los socios penalistas de su despacho. Pero su presencia en la estrategia de defensa evidencia que el Rey se ha tomado la imputación de la infanta Cristina como un asunto de Estado por las consecuencias que puede acarrear para la Corona, y para deshacer el entuerto, qué mejor que un hombre de Estado.

Cansado de la política, Roca fundó en 1996 su despacho de abogados en Barcelona. Hasta entonces lo había sido todo en política. Fue portavoz de CiU en el Congreso de 1977 a 1995 y sobresalió desde el principio gracias a su papel de ponente constitucional en representación de las minorías catalana y vasca.

Sus excelentes relaciones en Madrid no tuvieron su correlato en Barcelona, donde su cohabitación con Jordi Pujol fue problemática. Llegó a ser el número dos de Convergencia, y sin duda hubiera llegado a la cúspide de no haber sido por los recelos que despertaba en Pujol la creciente influencia en Madrid de su número dos.

Pero no todo fueron éxitos. Cosechó dos sonoros reveses. El primero con la llamada 'operación Roca', materializada en el Partido Reformista que se llevó un supino batacazo en las elecciones de 1986. El segundo fue el intento de desbancar a Pasqual Maragall de la alcaldía de Barcelona en 1995 que saldó con una derrota contra pronóstico. Ahí decidió dedicarse a la mucho más lucrativa actividad del despacho de abogados.

Ahora su actividad política es institucional, lejos de la arena partidaria. Siguel fiel al nacionalismo, pero sin alinearse con el soberanismo de Artur Mas, al que le une buena amistad. Su papel es el de hombre de Estado que sirve de puente a la Generalitat y CiU con el Rey, una labor que ha desembocado en la defensa de la infanta Cristina.