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La inmolación se convierte en arma política en Bulgaria
Seis ciudadanos se queman a lo bonzo y cuatro de ellos mueren en las protestas de las últimas semanas contra la crisis y la corrupción
VARSOVIA. Actualizado: GuardarLos búlgaros están desesperados por la situación económica y social del país, que es el más pobre de la Unión Europea (UE). Las protestas populares contra la austeridad, el alto precio de la tarifa eléctrica, la pobreza y la corrupción acabaron con el Gobierno de centroderecha de Boiko Borisov, policía, bombero, karateka y guardaespaldas del último dictador comunista, Todor Zhivkov, y del exrey Simeón. El descontento de la población va en aumento y la inmolación se ha convertido en un arma de protesta política contra la crisis y contra los gobernantes búlgaros.
En las últimas semanas, seis ciudadanos se han quemado a lo bonzo en distintos lugares del país para llamar la atención sobre los graves problemas económicos y sociales; cuatro de los protagonistas de estas protestas han fallecido. Uno de ellos es Plamen Goranov, un joven de 36 años aficionado a la escalada y la fotografía que participó en Varna, la tercera ciudad de Bulgaria, en varias manifestaciones contra la pobreza y la austeridad. En ellas los ciudadanos además pidieron la dimisión del alcalde, Kiril Yordanov, debido a sus presuntas actividades mafiosas.
La muerte de Goranov, el pasado 3 de marzo, después de varios días de agonía, ha conmovido a los búlgaros. Para muchos se ha convertido en un nuevo Jan Palach, un joven estudiante checo que el 19 de enero de 1969 se suicidó prendiéndose fuego en la plaza Wenceslao de Praga para protestar contra la ocupación de Checoslovaquia por las tropas del Pacto de Varsovia.
Palach dejó una carta explicando los motivos de su acto. Goranov no lo hizo, pero para sus conciudadanos su acto desesperado fue un grito de rebeldía contra la corrupción de los gobernantes y los responsables de la administración, y contra una situación socioeconómica dramática, en la que la mitad de la población -en un país con 7,3 millones de habitantes- corre el riesgo de hundirse en la miseria.
Plamen Goranov era un ciudadano con principios que estaba harto de que la casta política búlgara engañara a la población. En un vídeo difundido por Internet se puede ver cómo este joven coge un micrófono en un acto de protesta y denuncia la corrupción en el Ayuntamiento de Varna. En todo el país miles de ciudadanos exigen más transparencia en la gestión de los asuntos públicos y quieren que el Estado de derecho sea una realidad práctica y no un mero eslogan.
Desesperación social
El alcalde de Varna dimitió, pero muchos responsables públicos corruptos y que desprecian a la ciudadanía siguen en sus puestos. El suicidio es un «síntoma de desesperación social», asegura el psiquiatra Hristo Hinkov. Y «las inmolaciones multiplican los efectos de las protestas sociales», puntualiza el analista político Daniel Smilov. Según el sociólogo Boris Popivanov, existe una «desconfianza del electorado» hacia los políticos que las elecciones generales anticipadas del próximo 12 de mayo no podrán superar. El catedrático Petar-Emil Mitev señala que el mes de marzo se caracterizó por «el dolor de parto de un nuevo sujeto político, el partido de la protesta».
Por su parte, el sociólogo Andrey Raychev opina que «los búlgaros siguen pensando que no es el capitalismo sino la desviación del mismo la que les martiriza; que no es la propiedad privada, sino la violación de esta propiedad lo que la tortura». Así las cosas, según un estudio de la agencia Alpha Research, pocos días antes del inicio de la campaña preelectoral en Bulgaria, el partido que gobernaba hasta hace poco, el GERB (centroderecha), tiene el 21% de apoyo electoral; le sigue el Partido Socialista Búlgaro (PSB) con 17,4%. El partido de extrema derecha Ataka consigue el apoyo del 5,5% del electorado y el Movimiento por los Derechos y las Libertades de Ahmed Dogan (minoría turca) el 4,8%.