Francisco da otra lección de humildad en el rito de Jueves Santo
El Papa rompe la tradición al celebrar la liturgia en una cárcel de menores y lavar los pies a mujeres y musulmanes
ROMA. Actualizado: GuardarEl Papa Francisco, a sus 76 años, se arrodilló ayer seis veces, con las dos rodillas, en una pequeña capilla de una prisión de menores y lavó con agua los pies de doce chavales, dos cada vez, luego se los secó y se los besó. Eran diez chicos y dos chicas, una de ellas musulmana, como otro de los muchachos, todos reclusos de la cárcel de Casal di Marmo, en las afueras de Roma, de entre 14 y 17 años. Es una escena histórica por varios motivos y que continúa la imparable demolición de hábitos adquiridos en el papado emprendida por Jorge Mario Bergoglio.
Era la primera vez que un Papa sacaba la misa de Jueves Santo de la suntuosa basílica de San Juan de Letrán, una ceremonia central en la vida de la Iglesia porque conmemora la última cena de Cristo, la institución de la eucaristía y el episodio del lavado de los pies a los doce discípulos. En esa ocasión los papas, como símbolo de humildad y servicio, siempre se han agachado a cumplir el rito ante otros sacerdotes y cardenales, en alguna ocasión laicos y también pobres. Pero la opción radical de Francisco por los últimos, por la «periferia», una palabra clave que está empleando muchísimo, le ha llevado a celebrar la misa y lavar los pies en una cárcel, a presos y delincuentes, a jóvenes.
Pero hay dos novedades rompedoras más de hondo significado: también se los lavó a mujeres, que nunca habían participado en este rito porque se representa a los doce apóstoles, y a no cristianos, a musulmanes, lo que despoja de cualquier imagen autoritaria o superior al Pontífice católico. En un caso se reunían las dos cosas: una de las chicas, serbia, era musulmana. Además, Francisco sigue sin llamarse a sí mismo Papa, solo se considera «cura y obispo».