Algunas estatuillas exhibidas en la muestra que reúne 400 objetos de las pioneras civilizaciones de Oriente Próximo. :: JAVIER LIZÓN / EFE
Sociedad

La madre de todas las civilizaciones

'Antes del Diluvio' explora la aportación de Mesopotamia y Sumeria a nuestra cultura

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La primera escritura, el primer código civil y la administración de justicia, la organización social y política, el urbanismo y la arquitectura civil, el primer registro de la propiedad o el diálogo con los dioses. Son los cimientos de cualquier civilización, de la voluntad humana de vivir en comunidad y afrontar el futuro, y se plantaron por primera vez hace casi seis mil años en la fértil e inhóspita llanura que delimitan los río Tigris y Éufrates. Fue mucho antes del universal y legendario diluvio que comparten tantas culturas.

Sumerios y acadios alumbraron la madre de todas las civilizaciones, la cultura mesopotámica, que floreció entre los años 3500 y 2100 anteriores a nuestra era. Semilla y espejo de toda cultura posterior, sigue siendo la peor conocida de la antigüedad si la comparamos con egipcios, griegos o latinos. La exposición 'Antes del Diluvio' que ofrece CaixaForum en Madrid es una ocasión excepcional para paliar ese desconocimiento y disfrutar de las decisivas aportaciones de sumerios y acadios, enigmáticos pueblos sin los que es imposible concebir el mundo tal y como lo conocemos hoy. No se sabe si procedían de la India o Arabia o si surgieron de la mezcla de tribus asentadas desde la prehistoria en la región. Sus vestigios comenzaron a excavarse solo a mediados del XIX.

Contaban con una lengua sin conexiones con ninguna otra conocida y la escribían con signos cuneiformes cuando faltaban casi 3.000 años para que se levantaran los primeros dólmenes y menhires en Europa. Cuando Egipto aún no se había unificado bajo el poder de los faraones, al sur del actual Irak un poblado se convertía en Uruk, una gran ciudad de 40.000 habitantes.

Compleja

Fue la primera urbe de la historia. Surgida hacia el año 3500 antes de Cristo, fue pionera en la arquitectura monumental y en una planificación territorial diseñada por una sociedad compleja dotada de escritura, cálculo y contabilidad, arte y ciencia muy desarrollados y con concepto de trascendencia. Uruk tuvo la primera red de comunicaciones, con vías, canales y postas, jerarquías sociales y división del trabajo. Operaba un capitalismo primigenio con propiedad privada y valor para los bienes, un poder fuerte -monárquico o imperial-, derecho y unidades de medida del tiempo y el espacio. Una construcción cultural que permite al ser humano «desmarcarse de la naturaleza al tiempo que la domina», según Pedro Azara, comisario de la exposición.

Tras la caída de Uruk, proliferaron las ciudades-estado independientes en las riberas sureñas y las marismas del delta del Tigris y Éufrates hacia el 2.900 a C. Quinientos años más tarde se unificaban en un primer imperio, el acadio, con su capital Acad asentada quizá en la actual Bagdad. Fue pronto reemplazado por un segundo imperio gobernado desde la ciudad sureña de Ur y en el que la lengua de culto volvió a ser el sumerio en vez del acadio. En torno a esta cambiante y seminal civilización se articula una muestra excepcional que reúne 400 piezas procedentes de treinta y dos grandes museos y colecciones de todo el mundo. Como el Louvre, que cede su célebre efigie del rey Gudea. Es, junto a los tesoros funerarios de Ur y las maquetas de barcos y carros de terracota, la estrella de una selección de esculturas, piezas suntuarias de artesanía y decorativas, joyas y objetos rituales, textos y símbolos, relacionadas con todos los aspectos de la cultura y la forma de entender el mundo y la sociedad que se desarrolló en las llanuras aluviales desde Anatolia al Golfo Pérsico en los milenios IV y III a. C. La muestra explora y delimita la imagen del mundo que tuvieron los mesopotámicos. Analiza «cómo atribuyeron origen divino a la ciudad, enfrentando a los dioses primigenios con las nuevas deidades, la creación de la humanidad, el mito del Diluvio, la reconstrucción de la Tierra y el nacimiento de la cultura como consecuencia de un pacto entre dioses y hombres», según Azara. Una cosmología que nos llega a través de la Biblia, el Corán y varios mitos y textos griegos y que demuestra «cómo sumerios y acadios ejercieron una influencia crucial en el mundo griego y judeocristiano, condicionando el surgimiento de la civilización europea».