Una patrulla en Bangui. :: REUTERS
MUNDO

Pillaje interminable en Centroáfrica

La coordinadora de Médicos sin Fronteras Aurora Revuelta denuncia que los saqueos paralizan el ya precario sistema de salud del país

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El caos y el pillaje continúan en la República Centroafricana por tercer día consecutivo. La población sufre aún el desastre que ha acompañado la victoria de los rebeldes, a pesar de que se ha anunciado la formación de patrullas mixtas compuestas por miembros de Séléka y la Fuerza Multinacional de África Central y se ha impuesto el toque de queda nocturno. Los almacenes, las oficinas y las sedes de las organizaciones asistenciales han sido asaltados y los rebeldes se han hecho con todos los vehículos posibles para llevarse el botín.

«Los saqueos prosiguen, aunque parezca que ya no queda nada por robar», lamenta Aurora Revuelta, coordinadora de Médicos Sin Fronteras (MSF) en el país, quien asegura que, como fatal consecuencia, el habitualmente precario sistema de salud ha quedado paralizado: «Las farmacias y los hospitales han perdido sus 'stocks', los cortes de electricidad han arruinado las vacunas y, por si fuera poco, el personal ni siquiera puede acceder a su puesto de trabajo porque no hay transporte».

La guerra ha puesto de manifiesto el drama de un Estado con algunos de los peores indicadores sanitarios del mundo. Sus habitantes poseen la segunda esperanza de vida más baja del planeta, con niveles de mortalidad que superan generalmente el umbral de emergencia. En este territoro la malaria es holoendémica, es decir, que todos se infectan, de media, una vez al año, y también se padece la tripanosomiasis o enfermedad del sueño, catalogada entre los males olvidados por la investigación. Además, el presupuesto público de salud es el quinto más bajo e, incluso, ha retrocedido en la última década contraviniendo todos los compromisos firmados por Centroáfrica.

Intimidación y vacío político

El régimen del depuesto presidente François Bozizé no albergaba ninguna garantía para los grandes donantes exteriores y, antes de la actual crisis bélica, los benefactores ya se planteaban retirar su ayuda dada la creciente desconfianza sobre su viabilidad. «Las ONG han sustituido tradicionalmente a la administración y, después de experimentar pérdidas inmensas, se lo pensarán antes de volver», advierte la responsable de MSF. «El conflicto ha multiplicado por cien las tremendas dificultades sanitarias de Centroáfrica».

La devastación de Bangui es notoria, pero la situación en el interior del territorio no se antoja mejor. «Quien tenía una pequeña tienda, una moto, unas reservas de grano y alimentos, ha padecido las consecuencias», explica Aurora Revuelta, que asegura que en toda la geografía sigue siendo peligroso salir a la calle por la atmósfera de intimidación. «No existe gobierno local ni provincial, sigue la incertidumbre, el vacío político, y llevará tiempo restablecer el orden».

La especialista española no cree que el conflicto tenga connotaciones religiosas, pero sí étnicas, el mejor medio posible para el resentimiento, y también teme que la heterogeneidad de Séléka pueda derivar en nuevos problemas. La proliferación de mercenarios armados genera asimismo nuevos interrogantes: «Su utilización ha sido frecuente por los políticos locales en las pugnas por el poder y la proliferación añade más peligros, porque son menos respetuosos, si cabe, con la gente y las autoridades».