![](/cadiz/prensa/noticias/201303/26/fotos/6417040.jpg)
Leni Riefenstahl frente a sus demonios
Mitificó al Reich con 'El triunfo de la voluntad' y 'Olympia', pero eludió toda culpa al ser juzgada tras la guerra para renacer como fotógrafa en África La cineasta negó en vida y en sus polémicas memorias pertenecer al partido nazi y ser amante de Hitler
Actualizado: GuardarSuscitó tanto odio como admiración. Los ojos de Leni Riefenstahl (1902-2003) fueron los de tercer Reich. La actriz, fotógrafa y cineasta negó siempre ser amante de Hitler y nazi. Pero fue la gran propagandista del régimen con legendarias películas como el 'El triunfo de la voluntad' y 'Olimpya'. Alabada por su talento y condenada por su connivencia con los jerarcas del Reich, pasó la mitad de su centenaria vida defendiéndose de su oscuro pasado. Renacida de sus cenizas, se reinventó como fotógrafa. A diez años de su muerte, Lumen rescata sus extensas y polémicas memorias en las que da su versión de la historia. Un juego malabar para distanciarse de las atrocidades de los nazis sin ocultar la comprensión y admiración por sus perpetradores.
La controvertida cineasta y fotógrafa falleció mientras dormía en su casa de Baviera con 101 años. Poco antes negaba por millonésima vez pertenecer al partido nazi y haber sido amante de un Adolf Hitler de quien destaca su «eterno magnetismo» y justifica lo injustificable. Muy activa, luchaba contra el cáncer con inyecciones de morfina cuando presentó en 2002 'Impresiones bajo el agua', documental sobre sus experiencias subacuáticas en el Índico. Se estrenaba 68 años después de que dejara estupefacto al mundo con 'El triunfo de la voluntad', la elegía sobre el poder nazi y la superioridad de aria que rodó por orden de Adolf Hitler.
Íntima de Hitler, Albert Speer y Rudof Hess, pretendida, enemistada y condecorada por Goebbels y estigmatiza tras la guerra como «la puta de los nazis», solo admitió sentir una «vaga fascinación» por el Führer. Pero su impecable trabajo fue el arma más poderosa de la propaganda nacionalsocialista. Aunque los mejores cineastas reconocieron su técnica intachable y su pericia pionera en el documental, Riefenstahl no se liberó nunca de la losa de su pasado. «El 90% de lo que se ha escrito sobre mí es falso» fue su mantra.
Berta Helena Amalie Riefenstahl nació en Berlín el 22 de agosto de 1902. Se inició de cría en la danza y el teatro. Sobre las tablas la descubrió el director de cine Anrold Franck, autor de películas de montaña en las que el poderoso físico de Leni encajaba como bella heroína. Inquieta y curiosa, dirige y rueda en 1932 'La luz azul', una fábula sobre la avaricia que le procuró algún prestigio en la Alemania prebélica.
Para entonces los nazis han asaltado el poder y Hitler le encarga el rodaje de 'El triunfo de la fe' en 1933. Es precursora de la película que marcaría su gloria y su condena, 'El triunfo de la voluntad' (1934), grandilocuente documental sobre el congreso del partido nazi en Nuremberg, y de 'Días de libertad: nuestras fuerza armadas' (1935). Domina los poderosos recursos que marcan la senda del cine documental y que depuró en 'Olympia' (1938), otro canto a la supuesta supremacía aria rodada en los juegos de Berlín de 1936. Se consagra como un genio del montaje, pionera en novedosas técnicas como el 'travelling', la cámara lenta, la submarina y los planos cenitales desde globos aerostáticos. Tras dos años de montaje, su documental canónico y cargado de ideología fue premiado en Venecia.
Tras la guerra Riefenstahl entra en una era oscura. Ha de purgar sus pecados. Encerrada por los aliados en un manicomio para 'desnazificarla', supera los juicios en los que se ventila su supuesta colaboración con el Reich. Sin veredicto de culpabilidad, inicia una segunda vida. Reitera que jamás supo de los horrísonos crímenes contra la humanidad que perpetraron sus mentores. Que se limitó a aceptar encargos de los nazis, y que jamás fue consciente del exterminio sistemático de judíos, gitanos y otras minorías por parte del Tercer Reich.
Sostiene que solo en 1942 vio a los judíos con la oprobiosa estrella amarilla cosida a su ropa, lo que le causó «indignación y vergüenza». Que descubrió «con horror» tras la guerra que eran conducidos a campos de exterminio, algo que «no se podrá borrar de mí: es como un tatuaje que llevo grabado a fuego en la piel». Es su única cita al Holocausto, por cuya negación la fiscalía de Fráncfort le abriría un proceso.
Regresó al documental en 1954 montando 'Tierras bajas', «balada en imágenes» que inció en 1940 y que incluía exteriores españoles. En el rodaje conoció a Peter Jacob, oficial de la Wehrmacht a quien se rinde tras un encuentro que ella misma describe como una violación. «Tras una fiera resistencia, logró su propósito. Yo no había conocido jamás una pasión como aquella, y nunca había sido amada de tal modo. La experiencia fue tan profunda, que cambió mi vida. Era el comienzo de un gran amor» escribe. Acosada por los demonios de su pasado, se refugió en la fotografía. Publicó bajo seudónimo sus fotos de los Juegos Olímpicos de Múnich '72, tras negarse a rodar las de Oslo y Helsinki.
En 1973 publicó su primer libro de fotografías sobre África. Renació de nuevo en largas convivencias con remotas tribus, como los Nuba del sur de Sudán, a los que retrata en todo su esplendor físico. La etnografá dio paso al submarinismo, su ultima pasión, con dos millares de inmersiones en 25 años y su última película.