Washington abandona su 'Guantánamo' afgano
3.600 presos de Bagram quedan bajo control del Ejecutivo de Karzai, que ahora persigue el diálogo con los talibanes
Actualizado: GuardarPerdieron la batalla de los vis a vis con las autoridades estadounidenses, pero en 2008 el Comité Internacional de Cruz Roja (CICR) logró que se permitiera a familiares de los presos de Bagram hablar con los suyos por videoconferencia. Gente llegada de todo el país, la mayor parte pastunes del sur, la zona más conflictiva, acudía a la oficina central del organismo en Kabul para escuchar y ver a través de un monitor a unos seres queridos a los que en muchos casos daban por desaparecidos. Nada más lanzar la invasión de 2001, los estadounidenses ocuparon la antigua base soviética de Bagram, situada a 60 kilómetros al norte de Kabul y diseñada para recibir suministros por vía aérea, por lo que contaba con una enorme pista. Aquí establecieron también su primer centro de detención de alta seguridad, comparable a Guantánamo según los abogados afganos, debido al limbo legal de unos presos privados de cualquier derecho.
Con el paso de los años el número de prisioneros fue creciendo y hubo que construir un nuevo recinto junto a la base, pero hasta ahora EE UU se había negado a transferir el control a las instituciones afganas. Después de más de un año de tiras y aflojas, Hamid Karzai ha logrado una de sus principales exigencias y los últimos 600 presos, los considerados más peligrosos, quedan bajo responsabilidad exclusiva de Afganistán.
EE UU accede a perder el control de la última prisión con la que contaba en suelo afgano el mismo día en que el secretario de Estado, John Kerry, aterrizaba en Kabul en una visita sorpresa. Aunque la transferencia empezó el año pasado, algunos medios aseguran que Washington no ha dado la luz verde hasta que ha obtenido la garantía de que los principales líderes insurgentes no serán liberados.
Afganistán tenía a 3.000 presos bajo su control y a partir de ahora también es responsable de los 600 restantes, con lo que se cierra uno de los capítulos más oscuros de la invasión. En numerosas ocasiones organismos como Amnistía Internacional han criticado la falta absoluta de derechos de los presos y las autoridades afganas, las torturas y malos tratos. La última denuncia la formuló el propio Gobierno de Kabul a comienzos de 2012, y añadió que «la existencia de cárceles dirigidas por extranjeros está absolutamente prohibida por nuestra Constitución». La mayor controversia, con protestas en todo el país, se produjo cuando soldados americanos quemaron ejemplares del Corán, que pertenecían a los presos en febrero del año pasado.
Los profesionales del CICR atendían a los recién llegados y les ponían ante los monitores. Muchos procedían de zonas remotas sin televisión ni teléfonos, por lo que las caras al conectar con sus familiares eran de absoluta sorpresa. Ninguno había sido juzgado, ni sabían las penas que debían cumplir... Todo un reto el que cae ahora en manos de la Justicia afgana.
Mientras la OTAN cumple con los plazos marcados para su repliegue, en 2014, Hamid Karzai trata de llevar adelante la agenda de reconciliación nacional, donde la negociación con los talibanes es el primer punto. El presidente afgano viajará esta semana a Doha para «hablar del proceso de paz y negociar los detalles de la apertura de una oficina para los talibanes», señaló el portavoz de Exteriores, Janan Mosazai.