Vuelve el espíritu del 'papamóvil'
Bergoglio rescata el descapotable de Juan Pablo II, usado antes del atentado, y hasta se baja para hablar con lo gente
ROMA. Actualizado: GuardarLos primeros veinte minutos de 'papamóvil' de Francisco, antes de la misa de ayer, fueron un repentino choque de vitalidad para la figura del Papa que se ha instalado en el recuerdo colectivo. Casi un salto en el tiempo que hizo retroceder a los impetuosos inicios de Juan Pablo II antes del atentado de 1981. Después tuvo que protegerse detrás de los cristales blindados y su posterior declive físico complicaron estos paseos. Tampoco la fragilidad que exhibía Benedicto XVI favorecía el abrazo de los fieles al 'papamóvil'. Ayer era como volver a ver aquellas imágenes de 13 de mayo de 1981 -momentos antes del disparo de Ali Agca que lo cambió todo-, con un Wojtyla exuberante que no daba abasto para coger niños y besar gente. Francisco apareció de pie en un todoterreno blanco, no el clásico 'papamóvil', firme con las manos sujetas en la barra del vehículo y sin protección alguna.
Un circuito circular en la plaza de San Pedro le permitió dar varias vueltas en medio de una multitud entregada. En realidad era la primera vez que se dejaba un espacio al 'papamóvil' antes de la misa de apertura del pontificado, lo que propició una escena inédita y curiosa: las 132 delegaciones de autoridades ya sentadas para la ceremonia presenciaron desde sus asientos el baño de multitudes del Papa, una extraña espera mientras Francisco se lo pasaba en grande en una exhibición de su popularidad.
Pancarta de su equipo
Abundaban las banderas argentinas y, cómo no, ya aparecieron vistosos muñecos con camisetas de la albiceleste con el número 10 de Maradona, otro con la del Racing de Avellaneda y, por supuesto, la del San Lorenzo, el equipo de toda la vida de Bergoglio. Un grupo de aficionados de este club quiso colocar incluso una pancarta gigante en una farola, pero los Carabinieri les hicieron comprender que de ese modo los que estaban detrás no veían.
Francisco saludaba emocionado y a veces reconocía a alguien en la multitud y se quedaba mirando para atrás. Paró el coche varias veces para besar niños, pero el momento más emotivo fue cuando ordenó detener la marcha para bajarse. Había visto un discapacitado tetrapléjico y se acercó a hablar con él con semblante conmovido. Le dio un beso en la frente. Se llama Cesare Cicconi, de 50 años, paralizado desde su nacimiento, que luego contó una anécdota que traza de nuevo ese puente con el pasado que ayer se vivía en San Pedro: «En 1982 me besó Juan Pablo II y hoy he recibido otro de Francisco, estoy feliz y emocionado». Formaba parte de un grupo de la asociación Unitalsi, que había llevado a la plaza a 200 discapacitados con 300 voluntarios. Muchos de los chicos a los que saludó el Papa tras hablar con Cicconi le dieron las gracias. «No, gracias a vosotros», replicó él.