Los recelos suscitados desde siempre por la Compañía
Actualizado: GuardarDesde su constitución en 1540, la Compañía de Jesús ha tenido un peso enorme en el devenir de la Iglesia, y por eso mismo ha suscitado recelos y envidias del poder civil, otras órdenes religiosas y la Curia de Roma. «Ignacio de Loyola trató de tú a tú a los Papas», recuerda el historiador Fernando García de Cortázar, autor de varios libros fundamentales sobre aspectos de la historia de la Iglesia. En el siglo XVI, la orden, que estaba en su fase inicial, desarrolló una enorme potencia de pensamiento teológico, hasta convertirse en el sostén de la Iglesia frente a la Reforma. Eso no evitaba roces con Roma.
Luego, su expansión fue asombrosa: las misiones se extendieron de Extremo Oriente al cono sur, llevando el cristianismo y junto a él una explotación racional y más justa del trabajo y los recursos, con la colaboración de los nativos. Los jesuitas eran confesores de reyes y nobles, levantaban colegios y universidades y se batían como soldados en las regiones más hostiles al cristianismo. Y aún tenían tiempo para impulsar una de las corrientes artísticas: el barroco.
Tanta acumulación de influencia, poder y riqueza asustaron a los reyes de la Cristiandad y a Roma. El ilustrado marqués de Pombal los expulsó de Portugal en 1759; Luis XV de Francia, en 1763; y Carlos III, de España en 1767. Las consecuencias fueron enormes en todos los casos, pues perdieron sus grandes propiedades, que nunca recuperarían en su integridad. Además, su salida de las posesiones en América Latina rompió uno de los vínculos de aquellos países con España y terminó por ser, a juicio de García de Cortázar, un elemento favorecedor del proceso de independencia abierto cuarenta años más tarde.
El golpe final llegó en 1773, cuando el Papa Clemente XIV, ante la presión de las monarquías católicas, disolvió la orden. Una curiosidad: ese pontífice era franciscano. No falta quien asegura que opuso escasa resistencia por la gran rivalidad que históricamente se ha dado entre ambas órdenes.
La restauración se produjo en 1814, pero la nueva Compañía de Jesús era, según García de Cortázar, «timorata y estaba a la defensiva, de manera que poco tenía que ver con la anterior». Aun así, todavía recuperaría gran parte de su poder a finales de aquel siglo y comienzos del XX, coincidiendo con el fin de los Estados Pontificios.