El Vaticano niega las acusaciones contra el Papa de connivencia con la dictadura argentina
Sale al paso de las sospechas sobre su pasado y denuncia «una campaña difamatoria y anticlerical»
ROMA. Actualizado: GuardarEl Vaticano prefirió no esperar más, porque era una polémica que daba por descontada, y ni 48 horas después de la elección del Papa salió ayer al paso de las acusaciones contra él sobre su actitud en la dictadura argentina. Se ha oído de todo y las críticas van desde una supuesta complicidad para el arresto de curas progresistas a señalarle por su silencio sobre las atrocidades del régimen. «Nunca ha habido una acusación creíble contra él. La Justicia argentina le ha tomado declaración y no le ha imputado nunca nada. Él ha negado las acusaciones de forma documentada. Hay en cambio muchas otras declaraciones que demuestran todo lo que hizo Bergoglio para proteger a muchas personas durante la dictadura», resumió tajante el portavoz vaticano, Federico Lombardi.
Esta polémica estaba servida, pues tras la elección de un Papa siempre se destripa su biografía en busca de aspectos controvertidos y en el caso de Bergoglio el asunto ya era conocido. Desde 2005, cuando el prestigioso periodista y escritor argentino Horacio Verbitsky, investigador de los crímenes de la dictadura, en el poder de 1976 a 1983, publicó su libro 'El silencio'. Es innegable la responsabilidad de la Iglesia y de algunos de sus miembros, así como del Vaticano a través de su nuncio, Pío Laghi, que jugaba al tenis todas las semanas con Massera, uno de los jefes de la Junta militar.
Pero el libro también lanzaba la acusación inédita contra el arzobispo de Buenos Aires de haber colaborado con las autoridades, con el relato del episodio en el que se basan todos los ataques contra él. Sucedió en 1976, cuando Bergoglio era, desde 1973 y con 40 años, el superior provincial de los jesuitas en Argentina. Dos de sus sacerdotes, Orlando Yorio y Francisco Jalics, que trabajaban en un barrio de chabolas y a quienes él había ordenado irse de allí, según Bergoglio para protegerles, fueron arrestados. Permanecieron cinco meses en la temida Escuela de Mecánica del Ejército (Esma), el centro de torturas del régimen en Buenos Aires. Un día fueron encontrados atados y sedados en un descampado, pero vivos.
Habla un cura secuestrado
Verbitsky acusó a Bergoglio de haberles entregado, pero llamado a declarar en 2011, el cardenal testificó que había intentado liberarles y que para ello se entrevistó incluso con el dictador Jorge Videla. No hubo cargos contra él. Franz Jalics, uno de esos dos curas, aún vive y reside en Alemania. También ayer hizo público un comunicado para zanjar la cuestión: «Me he reconciliado con aquellos hechos y para mí el asunto está cerrado. No puedo tomar ninguna posición sobre el papel de Bergoglio».
Tras ser liberado dejó el país y años después se encontró con él, cuando era arzobispo de Buenos Aires: «Tras aquel coloquio celebramos juntos una misa pública y nos abrazamos solemnemente». «Al Papa Francesco le deseo la rica bendición de Dios para su trabajo», concluyó.
Lombardi atribuyó las acusaciones a «una campaña contra Bergoglio bien conocida, impulsada por una publicación caracterizada a veces por campañas calumniosas y difamatorias, con una matriz anticlerical evidente». El Vaticano alude, además de a Verbitsky, al diario porteño Página 12, que al día siguiente de la elección de Francisco tituló en portada '¡Dios mío!', con un artículo del propio periodista. Lo cierto es que este medio se considera próximo a los Kirchner y el mismo Verbitsky es desde hace tiempo un asesor muy cercano a la presidenta argentina, cuya hostilidad hacia Bergoglio es conocida.
Los enfrentamientos entre Cristina Kirchner, y antes su marido Néstor, con el arzobispo de Buenos Aires han sido numerosos, pues Bergoglio ha criticado tanto su estilo y su exhibicionismo como sus iniciativas sobre el aborto y los matrimonios gay. El libro 'El silencio' fue publicado poco antes del cónclave de 2005 y en los días previos algunas fotocopias de sus páginas fueron enviadas como dossier a varios cardenales. Otro libro editado en 2010 de Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti, 'El jesuita', basado en entrevistas con Bergoglio, replicó a las acusaciones. «Hice lo que pude con la edad que tenía y con las pocas relaciones de que disponía para hacer de abogado de las personas secuestradas», explicó el cardenal.
Sin relaciones
En este sentido pesa el testimonio del premio Nobel de la Paz, el activista Adolfo Pérez Esquivel, que ayer defendió a Bergoglio: «No tenía relaciones con la dictadura. Hubo obispos cómplices, pero Bergoglio no. Se dice que no hizo lo necesario por sacar de prisión a los dos jesuitas, pero yo sé que muchos obispos pedían a la Junta la liberación de curas y no les hicieron caso. Sé que se ha batido ante los militares para defender a las personas y que a muchas otras les ha ayudado a huir».
La prensa italiana citaba ayer las declaraciones de Jorge Ithurburu, presidente de la Asociación 24 de Marzo: «Bergoglio entonces no era ni obispo y no hay rastro de posibles responsabilidades. O los jefes de los dos jesuitas los dejaron solos o intervinieron para obtener la liberación. Me inclino por la segunda hipótesis: la Escuela Militar no liberaba a nadie por casualidad».
La presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, dio ayer un «voto de confianza» al Pontífice, aunque lamentó que «Bergoglio nunca habló ni se acercó a ayudarnos». El propio Francisco pidió perdón en 2000 en nombre de la Iglesia argentina «por no haber hecho bastante en la dictadura», como también recordó ayer el Vaticano. El pontífice también fue interrogado sin consecuencias en dos procesos sobre bebés robados a opositoras. Según algunos testimonios de personas que acudieron a él no habría hecho nada por ayudarles.