Una gaviota se posó en la chimenea horas antes de anunciar la elección de Bergiolo. A la derecha la fumata blanca que anunció la elección del pontífice. :: REUTERS / AFP
Sociedad

Un cura vizcaíno fue el encargado de supervisar el prendido de las fumatas

El químico y sacerdote del Opus Dei Rafael García de la Serrana fue reclamado por Roma como responsable de los servicios técnicos

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Ni los apaches le ponían tanto cariño a las señales de humo. Las fumatas han traído de cabeza a medio mundo y se pedía claridad. O blanca o negra. Por eso el Vaticano le encargó el cometido a Rafael García de la Serrana, químico y cura del Opus Dei, que hasta hace poco más o menos un mes vivía tranquilamente en una residencia del colegio de Gaztelueta, en Leioa (Vizcaya).

Una llamada desde Roma le convirtió de repente en uno de los 'señalados' para vivir en primera persona posiblemente uno de los momentos más trascendentales de su vida. El encargo vaticano destinaba a Rafael a ocupar el cargo de subdirector de la Dirección de los Servicios Técnicos de la Gobernación del Estado de la ciudad del Vaticano. Un nombre muy rimbombante para una función muy simple: ser el responsable de mantenimiento.

Muy probablemente no estaría ayer, a las 19.07 horas, echando clorato potasio, lactosa y colofonia dentro de la estufa, junto con las papeletas. La combinación perfecta para que la fumata saliera blanca. No obstante, seguro que habrá hecho mil pruebas para conseguir el equilibrio perfecto y evitar que la humareda dejara a los presentes con pinta de hollinador o -todavía peor- manchara las paredes. «Es un hombre muy serio y concienzudo», aseguran quienes le han tratado en el colegio vizcaíno.

Sin su visto bueno, nada

Hombre de vocación tardía -fue ordenado sacerdote en 2009 y ronda los 50 años-, se le recuerda en el colegio Ayalde «como una persona muy afable y bondadosa». Allí ejercía de capellán, lejos de las labores que estos días ejerce en la ciudad del Vaticano. Tuberías, telefonía, chimeneas..., no se cambia nada sin que García de la Serrana haya dado el visto bueno. Dicen que es la mejor manera de controlar los gastos, ya sea a la hora de levantar las baldosas de la plaza San Pedro o limpiar los cortinajes de las salas privadas.

En los últimos tiempos, uno de los muchos reproches contra la Santa Sede ha sido «su carácter despilfarrador», que entre otras cosas achacan a la condición laica de los profesionales que impulsaban los proyectos. Ahora esperan que el carácter clerical sirva como antídoto contra las malas prácticas con el dinero.