Economia

Bruselas limita la compensación por retrasos y cancelaciones de vuelos

Planea elevar a cinco horas el umbral para las indemnizaciones por demora con el objetivo de reducir el número de enlaces anulados

BRUSELAS. Actualizado: Guardar
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La Comisión Europea desgranó ayer una profunda revisión de la normativa que regula los derechos de los pasajeros de avión. La nueva legislación, que podría entrar en vigor en 2015, limita las compensaciones obligatorias en caso de retraso o cancelación de un vuelo. En un intento por proteger la viabilidad económica de las aerolíneas, Bruselas plantea que como máximo tengan que abonar tres noches de hotel si un servicio es suprimido. En las demoras, el umbral mínimo para recibir una indemnización se eleva a cinco horas para alentar a los compañías a que no suspendan los trayectos salvo en circunstancias excepcionales. El reglamento excluye los pagos a usuarios por huelgas y meteorología adversa.

El comisario de Transporte, el estonio Siim Kallas, explicó que el objetivo de la nueva normativa es que los pasajeros «lleguen a su destino lo antes posible». Apoyado en los resultados de algunas encuestas, insistió en que la prioridad de un usuario si existen problemas con su avión pasa por culminar el trayecto en el plazo más breve. Por ello, defendió la necesidad de ofrecer un tiempo «razonable» a los aerolíneas para que puedan solventar los imprevistos y no cancelen de inmediato los vuelos, lo que en muchos casos impide continuar el viaje hasta el día siguiente «como pronto».

La legislación apuesta por flexibilizar los tiempos antes de que una aerolínea asuma una indemnización. Frente a un reciente dictamen del Tribunal de la UE, que estima en tres horas de retraso el umbral para recibir una compensación, Bruselas, que deberá pactar la regulación con los gobiernos y la Eurocámara, quiere que se eleve a cinco.

La revisión en la reglamentación tiene mucho que ver con la creciente cuota de mercado de las aerolíneas de bajo coste y sucesos como la erupción de un volcán islandés en 2010. Esta última situación, que obligó a cerrar el espacio aéreo europeo durante una semana, puso a prueba los derechos de los pasajeros.