La primera fumata negra lleva el cónclave a su jornada decisiva
Si fracasan las cuatro votaciones de hoy la elección se complica, caerán favoritos y se abre el espacio a la sorpresaSodano, voz de la vieja guardia, despide a los cardenales con una llamada a la unidad y una sutil crítica al abandono de Benedicto XVI
ROMA. Actualizado: GuardarEl próximo Papa, ahora oculto e ignorante de su destino, y los otros 114 cardenales que le elegirán se encerraron ayer en la Capilla Sixtina mientras Roma se oscurecía entre truenos con una gélida tormenta. Las sugestiones y las señales no solo son importantes en la superstición romana, todo influye en estas horas históricas en el ánimo de los purpurados que se aíslan del mundo y se concentran con todos sus sentidos en busca de una voz interior que les diga un nombre, de un signo sobrenatural, de la inspiración divina. Tras el 'extra omnes' (fuera todos) pronunciado sin mucho énfasis por el maestro de ceremonias, Guido Marini, él mismo cerró las puertas del recinto a las 17.32. Ya entrada la noche la primera fumata de este cónclave de 2013, así figurará en los libros, fue negra y se perdió en la oscuridad. Eran las 19.41, 23 minutos antes que en 2005, señal de que la votación fue más agil que entonces.
Era lo previsto. La primera votación es en la práctica un sondeo, la radiografía inicial de un estado de opinión, y es casi imposible que mágicamente coincida de forma abrumadora en un solo nombre, al menos 77 votos de 115. Menos aún en un cónclave que se presenta abierto y dividido como pocos en el último siglo, con cuatro grandes candidatos manejados por los medios -el italiano Scola, el brasileño Scherer, el canadiense Ouellet y el estadounidense Dolan-, pero que a fin de cuentas son palos de ciego en el hermetismo de los cardenales. Hoy es el día decisivo para averiguarlo, pues un cónclave rápido, con un consenso fluido sobre un aspirante claro, se traduciría en un nuevo Papa a lo largo de la jornada, que prevé otras dos votaciones por la mañana y dos por la tarde. Si en torno a las siete de la tarde la fumata vuelve a ser negra el cónclave se pondrá muy interesante y será complejo, con opciones a la sorpresa.
Hoy o mañana
Es un escenario probable si se mira al pasado. El cónclave de 2005 con un candidato muy claro, Ratzinger, sin apenas divisiones palpables y ninguna polémica llevó cuatro votaciones. El Papa salió en 24 horas en la primera votación de la tarde. Quizás esta vez se necesite alguna más, con media docena de aspirantes, una división evidente entre los cardenales y las numerosas tensiones que les han rodeado en el último año, acentuadas en los últimos días. No sería raro llegar a mañana. El cónclave más rápido del último siglo fue el de 1939, con Pío XII, que estaba cantado y solo requirió tres votaciones, pero también Pablo VI en 1963 era el candidato más firme y tardó seis, al tercer día. Igual que Juan Pablo II en 1978, en otro escenario de contraste entre bloques, entonces conservadores y progresistas, que se erigió en alternativa en ocho votaciones, al tercer día. Ahora bien, con un solo escrutinio más sin resultado, en esta ocasión se llegaría al viernes para afrontar una décima votación. Se entraría en el ámbito de los cónclaves más largos, en términos contemporáneos: Juan XXIII en 1958 (11 votaciones) y Pío XI (14 votaciones). Más allá sería un caso inédito desde el siglo XIX y habría que rebuscar en los libros de historia. Resumiendo, lo normal y prácticamente seguro sería tener Papa de aquí al viernes. Y aún más probable descubrirlo hoy o como mucho mañana.
Desde luego la Iglesia católica desearía tenerlo cuanto antes para no transmitir una idea de división interna cuando precisamente todos los medios hablan de ella. O más bien para hacer ver que pese a las discrepancias de los cardenales es más fuerte, como debería, el amor fraterno y la comprensión mutua. Es lo que desean todos los purpurados. Ahora bien, si esto se entiende como compromiso y apaño, dentro de la tradición romana y curial, esta vez podrían surgir resistencias, y ha habido señales abundantes en los últimos días. Lo que más está en cuestión en este cónclave es exactamente una cultura y mentalidad dominante de la vieja guardia del disimulo, que ha sido la norma en los escándalos que han marcado el pontificado de Benedicto XVI, de la pederastia a 'Vatileaks' y la gestión del IOR, el banco vaticano. Podría plantarse el sector que se opone al 'partido romano' de la Curia, en su mayor parte formado por extranjeros y aglutinado en torno a los cardenales de EE UU, que han llevado la voz cantante y exigen un nuevo estilo de transparencia.
Sodano ajusta cuentas
No fue de extrañar que la misa 'pro eligendo pontifice' de la mañana, oficiada por Angelo Sodano, decano del colegio de cardenales y cabeza visible de la vieja guardia, se convirtiera en «una fuerte llamada a la unidad eclesial», citando palabras de San Pablo: «Os pido que os comportéis de manera digna a la vocación que habéis recibido, con humildad, mansedumbre y paciencia, soportandoos mutuamente con amor». La voz lastimera de Sodano y su previsible homilía contrastaron enormemente con la tensión y la fuerza de la que pronunció Ratzinger en 2005, antes del cónclave y cuando el decano era él. El futuro Papa diseñó un programa de gobierno, era una autoridad, ajeno a las intrigas de la Curia y entraba en la Capilla Sixtina, además como favorito. Sodano, en cambio, es odiado por medio colegio cardenalicio, no participa en el cónclave por ser mayor de 80 años, es uno de los grandes enredadores del Vaticano y sobre él pesa la sombra del encubrimiento durante años de Marcial Maciel, el cura mexicano fundador de los legionarios de Cristo que resultó ser pederasta y bígamo. El único aplauso de la ceremonia, de medio minuto, sonó cuando mencionó el «luminoso» pontificado del «amado y venerado» Benedicto XVI. Pero luego Sodano deslizó lo que se puede interpretar como una sutil puñalada a Ratzinger cuando dijo: «La actitud fundamental del buen pastor es dar la vida por sus ovejas. Esto vale sobre todo para el sucesor de Pedro, pastor de la Iglesia universal. Porque cuanto más alto y universal es el oficio pastoral, más grande debe ser la caridad del pastor». La vieja guardia y los sectores más tradicionales no han digerido bien la dimisión de Benedicto XVI, una ruptura que ha sido una acusación en toda regla al sistema de gobierno en el que se ha visto atrapado y que ahora debe ser reformado. Cuando Sodano hizo su llamamiento a la unidad retumbó en la basílica de San Pedro un poderoso trueno y se desencadenó una tormenta.