Un grupo de monjas, expectantes en la plaza de San Pedro antes del a primera fumata. :: E. GAILLARD / REUTERS
Sociedad

La atracción de la fumata

Turistas y romanos desafían a la lluvia y se acaban acercando a San Pedro, que pasa del inicial medio vacío al postrero casi lleno

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Y el mundo y la Iglesia ya no son lo que eran. Entonces, en 2005, ni se vislumbraba la profunda crisis económica, política y social que después ha azotado sobre todo a los países de la Europa del Sur, por ende, los más religiosos de la Unión Europea. Los católicos, además, vivían un momento de unión sin parangón en la Historia tras la muerte de Juan Pablo II. La emoción de aquellos días empujó a miles de personas a la plaza de San Pedro de Roma para vivir la entronización de un nuevo Papa, a la postre, Benedicto XVI.

Pero en 2013 muchas cosas han cambiado. Los italianos están desilusionados (más todavía que de costumbre) con sus instituciones. Los españoles, que copaban Roma en el 2005, ya no tienen los bolsillos llenos para viajar con tanta alegría como entonces. Además, ayer, en la capital de Italia, llovió a cántaros por la mañana y por la tarde. Y todo el mundo tenía claro que el nuevo Papa no se iba a conocer hasta hoy. Por lo menos. Pues bien, todos estos factores servían, a eso de las 18 horas, para justificar por qué tan poca gente (menos de 3.000 personas) presenciaron en las cuatro pantallas instaladas en la plaza de San Pedro la inauguración del cónclave en el que se va a elegir al Papa número 266 de la Historia.

Y, sin embargo, un lento pero imparable goteo humano y de paraguas consiguió el milagro: que hora y media más tarde, cuando el humo negro salía desde la chimenea hasta el cielo, la plaza de San Pedro presentara un aspecto que podría calificarse como de «casi lleno».

Cámaras al cielo

Cierto es que, entre todos los que vieron la fumata negra, había una proporción mucho mayor de turistas y de romanos recién salidos del trabajo que de peregrinos. Si hace ocho años no faltaban cánticos religiosos, guitarras y banderas nacionales, ayer destacaba el número de cámaras de fotos apuntando al cielo, un símbolo de que los fieles dejaron paso ayer a los curiosos.

Sorprendentemente, había muy pocos españoles en la plaza, y la mayoría de ellos eran jóvenes que disfrutaban en Roma de su viaje de estudios o de unas vacaciones. La malagueña Amparo Barroso sentía que estaba ante un «momento histórico». «Estoy feliz porque voy a poder contarle a mi abuela que he estado aquí cuando elegían al nuevo Papa», explicaba esta chica de 24 años que disfruta de unos días de vacaciones en la capital italiana junto a sus amigas María Caparrós y Cristina Oliva, que daban por bueno el no poder visitar la Capilla Sixtina a cambio de haber disfrutado de un paisaje urbano poco común, el de una ciudad que se prepara para conocer el nombre del nuevo Sumo Pontífice.

Igual de consciente de contemplar un instante único en su vida se encontraba la barcelonesa Yaiza Olaiz. Con una bandera española envolviendo su cuerpo y una madurez impropia de sus 15 años, Yaiza afirmaba sentirse «emocionada». «Sé que esto solo lo voy a vivir una vez en toda mi existencia», decía. Su amiga Evelyn Irene Mendoza explicaba que su grupo llevaba preparando el viaje «desde principios de año» y la coincidencia con el cónclave, pese a que conlleva que no puedan visitar algunos de los monumentos típicos, ha sido «una suerte».

Otros españoles residentes en la ciudad italiana quisieron participar en la primera jornada del cónclave. Las sevillanas Belén Ordóñez y Elena Acal y el madrileño Alberto Monroy trabajan como profesores de español en Roma. Veinteañeros los tres, recordaban que el anterior cónclave lo vieron por la televisión y ahora, en cambio, podían disfrutarlo en directo. Belén destacaba que los italianos han vivido con gran intensidad este último mes, desde que el pasado 11 de febrero Benedicto XVI anunciara su renuncia al papado. «En los colegios, con los niños y con los padres, hemos tratado mucho este asunto porque interesaba», asevera. «En Roma se ha notado mucho movimiento con el Papa», corrobora Elena. La visión de autobuses pintados con la imagen de Joseph Ratzinger, la presencia discreta pero constante de los Carabinieri en los alrededores del Vaticano y los focos de las decenas de televisión apostadas a las puertas de la plaza de San Pedro anuncian que, efectivamente, Roma, Italia y el mundo católico se preparan para algo tan grande como la elección de un nuevo Papa.