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La santa semana

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Son muchísimas las ocasiones en las que podemos constatar que el ojo que ves no es ojo porque tú lo veas, sino porque te ve, tal y como decía Machado. Y aunque parezca difícil de comprender, todos hemos tenido esa extraña experiencia de mirarnos al espejo y apenas reconocer a la imagen que nos mira desconfiada desde el otro lado, como si sólo la conociéramos de vista ¿Ese soy yo? Ocurre casi siempre, pero sobre todo ocurre cuando vemos viejas fotografías en las que se mezclan peligrosamente la realidad, la memoria y el deseo de lo que fue, de lo que pudo haber sido y de lo que quisimos que fuera. Es esto lo que viene a poner de manifiesto el libro que el colectivo terceroefe acaba de publicar y que pretende mostrar eso que no siempre vemos, eso que el ojo, sólo el ojo, ve.

Más de doscientas fotografías descarnadas que ponen encima de la mesa lo que somos -no lo quisiéramos ser-, lo que hacemos -no lo que querríamos hacer- y todo aquello que por pequeño, por evidente, por cotidiano o por irreal pasa desapercibido ante nuestros ojos y queda grabado para siempre en el objetivo de una cámara fotográfica. Fotos que no vemos, sino que nos ven. Un libro tan terriblemente sugerente que es capaz de conjurar prejuicios y de convocar, ante el altar sagrado de la imagen, todos esos recuerdos, olores, sabores, sonidos que conforman el paisaje de una infancia que vuelve cada primavera al son de un martillo y una horquilla.

Porque somos lo que somos y no hay más. Y porque detrás de filias y fobias, de fidelidades y de traiciones, siempre habrá quien nos lleve de la mano hasta esa esquina donde la primavera huele a incienso y naranjos, donde se escucha el mar, donde cada año resucita la fe en el ser humano, donde las miserias se convierten en nuestra mayor fortuna.

Y no, no es un libro sobre Semana Santa, es un libro sobre esa santa y única semana que nos permite reconciliarnos año tras año con la imagen del espejo. Que no es poco.