Una mujer muestra un retrato de Bolívar en la capilla ardiente. :: AFP
MUNDO

La despedida interminable

Los actos de adiós al presidente fallecido incluyen una misa en la que canta la ministra de Juventud y el sacerdote arenga a los asistentes

CARACAS. Actualizado: Guardar
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Domingo. Ocho de la mañana. En la capilla ardiente de la Academia Militar se celebra una 'oración al líder de la revolución bolivariana', donde la ministra del Poder Popular para la Juventud, Maripili Hernández, toca la guitarra frente al cadáver de Hugo Chávez y canta 'Hosana en el cielo'. El desfile de deudos prosigue. Un instante por cada persona que se asoma al féretro. Calla con unos últimos y fuertes acordes. Habla un sacerdote católico que levanta el cáliz: «Tomen y beban todos de él». La ministra se pone de pie y mira hacia el cura, compungida. Detrás del prelado, el uniforme verde oliva de gala de una línea de oficiales del Ejército. El sacerdote habla: «Como venezolanos, como patriotas, entonemos el himno nacional haciendo honor a Dios, para que reciba en el cielo a nuestro comandante Hugo Chávez». Entona el himno, y los asistentes elevan la voz.

Casi todo el público es militar. Uniformes de gala verdes o azules. Pocos civiles entre los privilegiados que pueden quedarse dentro de la capilla. El peregrinar del pueblo prosigue. Pero cada uno de los que han esperado ocho horas en la fila apenas puede estar un instante frente al expresidente. La mayoría de la gente está vestida de rojo. Muchos llevan la camiseta con el logo 'Yo soy Chávez'. El flujo es de 40 personas por minuto. Los militares están alerta para que no haya retraso alguno. Una mujer frente al féretro rompe a llorar y se recuesta en el ataúd. Un cadete de uniforme gris se acerca, la abraza y la retira. La operación no dura ni dos segundos.

Con el copón de consagración levantado, el capellán oficia como una suerte de 'disc-jockey' y, sin transición, combina el himno con otra canción: «Patria querida, tuyo es mi cielo, tuyo es mi sol, tuyo es mi amor». Y termina: «¡Viva la patria!». Avanzan las dos filas de personas, una por la derecha y la otra por la izquierda. Una madre y su hija de diez años se detienen frente al muerto. La menor acerca mucho su rostro al vidrio. Llega el turno de un joven que hace un saludo militar. Una mujer con la mano sobre el hombro de otro niño lanza un beso volado. El pequeño alza el puño cerrado.

El sacerdote prosigue: «Recuerda a tu hijo Hugo Rafael Chávez Frías, al que has llamado a tu presencia, para que comparta como Jesucristo la gloria de la resurrección. Y transforme el cuerpo frágil en cuerpo glorioso como el suyo». Luego se reza el Padrenuestro. Cuando llega el momento de darse la paz, la ministra Hernández retoma la guitarra y alza la voz: «Señor, haz de mí un instrumento de tu paz».

Lágrimas de general

El mismo cadete que se llevó con discreción a la mujer que intentó arrojarse sobre el ataúd ayuda ahora a alzar a un niño para que vea el rostro de Chávez, mientras se escucha la voz del cura que sentencia: «Quien cree en ti, Señor, no morirá para siempre». Un curtido general con canas llora y sus lágrimas profusas se deslizan por sus mejillas. El sacerdote pide la guitarra a la ministra y dedica otra canción a Chávez, desde el improvisado púlpito: «Tomé de tu vino y te di de mi pan, volaste conmigo de lugar en lugar, soñamos despiertos, mi buen amigo». Luego, un Avemaría.

El cura manda silencio y camina hacia donde se exhibe al difunto. Los soldados interrumpen la procesión. El sacerdote arroja agua bendita sobre el ataúd. Prosigue: «Con nuestro hermano Hugo Chávez (...). A tu llegada te reciban los mártires y te introduzcan a la ciudad sagrada de Jerusalén (...). El compromiso de que ese mensaje se haga realidad, el deseo de una patria nueva, una patria en la que se respete y ayude a los más necesitados (...). En Cristo resucitado, podemos continuar en paz. ¡Chávez vive, la lucha sigue! ¡Viva Chávez!».

Entre los civiles que entran en la capilla se cuelan militares. La mayoría llevan boinas o sombreros que no se quitan en presencia del expresidente. Saludan, y otros ciudadanos les imitan pero la mayoría se persigna, se echa a llorar. Es gente de todas las edades. Algunos se golpean el pecho con el puño cerrado. Un chico de gafas no mira dentro del féretro, solo pasa a su lado. Enfrente, otro con la popular camiseta roja sigue mirando sin detener el paso hasta casi tropezar en la salida.

Un soldado tiene que actuar otra vez para evitar que una anciana se abrace al féretro. Una pareja joven con un niño llega hasta el cuerpo. Cuando el padre levanta al pequeño, se escucha la voz del capellán: «Aunque parezca contradictorio, quiero invitarles a ustedes a dar un tributo al presidente Chávez dando un aplauso bien merecido por el trabajo hecho».

La sala golpea las palmas. Un general lo hace sin soltar el bastón de mando. Otro atrapa el gorro con la axila. Un minuto, dos. El cura increpa: «¡No se oye ese aplauso! ¡No se oye! ¡Chávez se lo merece!». Y los asistentes se afanan más.

«No es tiempo de recular»

La ovación dura cinco minutos. La ministra, en pie, aplaude también. Camisa morada y jersey negro. Pocos civiles en la misa. Ninguna de las altas autoridades del chavismo. El cura se acerca al micrófono y entona la canción del cantautor venezolano Alí Primera, la que tantas veces se ha escuchado, 'Los que mueren por la vida', y se queda en silencio. La gente capta qué hacer de inmediato y sigue la canción: «No pueden llamarse muertos».

El cura: «Y a partir de este momento».

El coro: «No pueden llamarse muertos».

El cura: «Que se callen los redobles en todos los campanarios».

Pero esta vez no cede la palabra al coro y continúa en solitario: «Vamos, carajo, que pa'amanecer no hacen falta gallinas sino cantar de gallos».

Avanza la canción y el público lleva el ritmo con las manos, mientras canta también: «No es tiempo de recular ni de vivir de leyendas. Canta, canta, compañero, que tu voz sea disparo».

Terminada la canción, el sacerdote sigue su discurso: «Nos fue preparando cuando decía: 'Chávez eres tú, niño. Chávez eres tú, obrero. Chávez eres tú, anciano'. Chávez somos todos. Que Dios le bendiga, que nos bendiga a todos. En el nombre del Padre...». «¡Viva Chávez! ¡Chávez vive!». Una hora después de iniciados, finalizan la arenga y el acto religioso, entremezclados, como una muestra del nuevo sincretismo venezolano. Todo transmitido íntegramente por los canales del Estado. La procesión sigue.