La díscola Francia, nuevo quebradero de cabeza de la Europa de la disciplina
Bruselas le impone la vía de las rigurosas reformas exigidas a España e Italia mientras Alemania le insta a dar ejemplo
BRUSELAS. Actualizado: GuardarLa Europa de la disciplina y la austeridad no tiene vuelta de hoja. La receta del rigor en las finanzas públicas, ideada por Alemania y abrazada por Bruselas, es la única alternativa posible para que el crecimiento despierte en la zona euro. La estrategia afecta por igual a los 17 integrantes de la moneda única, incluida Francia, segunda economía del bloque y principal contrapeso de Berlín. Desde su llegada al Elíseo el año pasado, François Hollande intenta contener el puño de hierro de Angela Merkel, pero hasta ahora no se había visto en el ojo del huracán. París ha admitido que rebasará el límite de déficit en 2013, un derrape que le obliga a apretar con las reformas si no quiere enfrentarse a fuertes sanciones.
Las dificultades de Francia para equilibrar sus cuentas pueden parecer menores frente a los agobios de España e Italia, que viven vigilados férreamente por los mercados. El país galo, gran motor de la zona euro junto a Alemania, cerró el año pasado con un déficit del 4,6% y su nivel de paro no supera el 11,4% de la media comunitaria. Las cifras resultan envidiables desde la perspectiva española, pero París no cuenta con ningún blindaje especial ante los embates de los parqués. Aunque los intereses de su deuda no han sufrido sobresaltos, el Gobierno de Hollande arrastra una fama de reacio a los ajustes que se escruta a cada paso. «Una bomba de relojería en el corazón de Europa», advertía hace unos meses The Economist en una de sus afiladas portadas.
Los analistas internacionales siguen tan de cerca las decisiones del Ejecutivo francés que el ministro de Industria, Arnaud Montebourg, se quejaba recientemente de que se enfrentan a una «campaña negativa» desde el exterior. «Somos un país mucho más abierto a los inversores extranjeros que EE UU y Alemania», agregó en una entrevista. Sus declaraciones estaban vinculadas directamente con dos episodios que han golpeado la imagen del Gobierno. El primero de ellos tuvo como protagonista a Lakshmi Mittal, el multimillonario indio que controla el gigante del acero ArcelorMittal. El propio Montebourg calificó de «chantajista» a la dirección de la compañía y amenazó con nacionalizar una de sus plantas que estuvo a punto de cerrarse en el norte de Francia.
El segundo borrón con el mundo empresarial se produjo a mediados del mes pasado. Esta vez, saltaron chispas con Maurice Taylor, jefe de Titan International, una potente firma norteamericana especializada en la fabricación de neumáticos para vehículos industriales y agrícolas. Taylor, que estuvo interesado en comprar una empresa francesa, escribió una carta incendiaria a Montebourg en la que aseguraba que habría que ser «estúpido» para invertir en el país. En la misiva, lamentaba las condiciones excesivamente generosas que disfrutan los trabajadores galos tanto en horarios como en sueldos. «Todo eso se lo dije a la cara a los sindicatos. Y me respondieron que ése era el modelo francés», remató.
Plazo más flexible
En este clima de controversia, que ya venía abonado por la salida del país de varios multimillonarios ante la aplicación del impuesto del 75% sobre las rentas más altas, el Gobierno francés pidió a Bruselas un año adicional para cumplir con el déficit. El Ejecutivo esgrimió el impacto de la recesión para solicitar la extensión hasta finales de 2014, momento en el que deberá alcanzar el umbral sagrado del 3%. Al igual que sucede con España y Holanda, el comisario de Economía, el finlandés Olli Rehn, ha avanzado que París cumple con las condiciones para disfrutar de un plazo más amplio, aunque la decisión final no se tomará hasta mayo.
Pese a su actictud flexible, el responsable escandinavo parece decidido a hacer sudar a Hollande. Rehn pretende que Francia siga el camino reformista de España, Italia y otros socios en apuros. «París debe persuadirnos de que pondrá sus finanzas públicas en orden a medio plazo», remarcó antes de recordar que si es «necesario» pueden castigar los incumplimientos con multas equivalentes al 0,2% del PIB de un país. Bruselas maniobra para que el líder socialista introduzca cambios en el sistema de pensiones, que arrastra un déficit de 14.000 millones. El responsable finlandés considera que el Elíseo ha apurado sus opciones con las subidas de impuestos y quiere que se concentre en reducir un gasto público que asciende al 57% de la riqueza nacional.
Bruselas no está sola en su pulso con París. Berlín también ha dejado claro que su aliado tradicional puede gozar de más tiempo para rebajar el déficit, pero que debe dar ejemplo frente al resto de socios. «Francia y Alemania tienen una responsabilidad. Juntas, forman el núcleo duro de Europa», afirmaba la semana pasada Wolfgang Schäuble, ministro de Finanzas germano. Consciente de que la credibilidad puede minarse si se alteran los límites de gasto ante el primer inconveniente, el titular alemán rechazó tajantemente que pueda repetirse la situación de hace diez años. Entonces, el eje franco-alemán se saltó el umbral del 3%, un grave error que no han conseguido hacer olvidar. «Aquello no puede suceder de nuevo bajo ninguna circunstancia», recalcó.
'Baguettes' y camisetas
El Bundesbank fue un paso más allá en sus advertencias a París, que cada vez pierde más terreno en las habituales comparaciones con la economía alemana. El presidente del antiguo emisor del marco, Jens Weidmann, abundó en la tesis del daño que puede causar volver a romper las reglas de déficit. «Nos enfrentamos a una crisis de confianza», alertó el gobernador germano, considerado el gran halcón de la ortodoxia en la zona euro. A su juicio, los «pesos pesados» de Europa deben ofrecer «señales claras» de que apuestan por el rigor. No puede decirse que Weidmann se escondiera al señalar al Elíseo. Sus palabras resonaron en una conferencia en la Alta Escuela de Estudios Comerciales de París, uno de los prestigiosos centros en los que se formó Hollande.
El ministro de Finanzas galo, Pierre Moscovici, ha respondido a las críticas con la promesa de que en 2014 el desequilibrio en las finanzas públicas estará bajo control. Incluso, ha recordado a los inversores que sus compatriotas se esfuerzan para reactivar la economía y no solo se dedican a «comer baguettes y vestir camisetas marineras». Moscovici, sin embargo, lleva meses insistiendo en que Europa debe variar el rumbo y estimular el crecimiento con determinación. «No podemos pronosticar un nuevo año de recesión para la zona euro», decía esta semana en Bruselas poniendo como ejemplo el resultado de las elecciones italianas, donde el voto protesta ha desestabilizado el mapa político y hace muy díficil cualquier acuerdo para formar un Gobierno sólido.
El vuelco en las urnas transalpinas no ha provocado una gran reflexión a escala comunitaria. Pese a las presiones de Francia, la UE se dispone a ratificar su estrategia en la cumbre de presidentes que se celebra esta semana. Los borradores que circulan anticipan que los socios abogarán por blindar la austeridad, aunque se admite que los ajustes deben realizarse a distinto ritmo en función de la situación de cada país. Como novedad, la Unión colocará el foco sobre la evasión de impuestos y reclamará que se mejore la eficacia en la recaudación para que las empresas, especialmente las multinacionales que recurren a triquiñuelas fiscales, paguen su proporción «justa» en el camino hacia la recuperación.
es la proporción del gasto público sobre el PIB francés, nueve puntos más que la media de la Eurozona