PAN Y CIRCO

JUAN VILLAR

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Bastante larga y cruenta es la guerra como para mermar fuerzas con 'batallitas' propias, con refriegas cainitas. El pasado sábado, para culminar el espantoso encuentro con el colista, la victoria se ensuciaba con el gesto de Juan Villar en la celebración del gol.

El onubense se señalaba la oreja con el dedo, y en el lenguaje de signos futbolístico es una explícita referencia a las críticas y los silbidos que llegaban desde la grada. El cadismo explotó. Además de tener dos protuberancias sobre la cabeza, apaleado. A continuación el jugador abandonaba el campo aplaudiendo al respetable, que ya puesto se lo tomó a mal, como una afrenta, una respuesta irónica a la bronca. Así que su excusa posterior, asegurando que dedicaba el tanto a su novia (¿?) no convenció a casi nadie.

Juan Villar se equivocó. Actuó mal, y no es la primera vez. Ha de recibir la reprimenda de sus jefes (Agné, Gaucci, incluso el capitán) y concienciarse de que no lo puede volver a hacer. Aunque no fuera su intención, debe cuidarse en sus gestos.

A partir de ahí, enterrar la historia. Al cadismo no le interesa en absoluto prolongar este divorcio. Ha de tratar a su futbolista como uno más, apoyarle en sus buenas acciones y censurar las malas. Que cuando salte al campo desde el inicio sólo se escuchen aplausos. Demostrar que una pintada nunca representa a un colectivo, sino a una sola persona.

Lo contrario es lanzarse piedras contra el propio tejado. Mal que pese, el de Cortegana es uno de los mejores futbolistas de esta plantilla, el máximo goleador y con capacidad para hacer mucho más (demasiado) de lo que ha hecho hasta la fecha. El cadismo no se puede automutilar. 'Special Juan' es un futbolista diferente que no deja a nadie indiferente, pero el momento de rendir cuentas será cuando ya no pueda hacer nada sobre el terreno de juego.