La UE descongela la adhesión de Turquía
El Gobierno francés levanta el veto al diálogo, pero sin aclarar si mantiene junto a Alemania su oposición al ingreso otomano Los socios reactivan las negociaciones con Ankara, enfurecida y dispuesta a aliarse con China y Rusia
BRUSELAS. Actualizado: GuardarLa UE insufla algo de vida a las deterioradas negociaciones de adhesión con Turquía. Después de casi tres años de parálisis total, los Veintisiete se preparan para descongelar el diálogo después de que Francia haya levantado parcialmente su veto a los contactos. El gesto comunitario se produce en plena escalada dialéctica del primer ministro otomano, Recep Tayyip Erdogan. Harto de esperar a un bloque que se muestra inflexible con la lentitud de los avances democráticos en el país, el líder islamista moderado ha amagado con dar la espalda a Europa y unirse al eje Moscú-Pekín. Incluso, ha advertido de que retirarán su candidatura al club si para 2023 no han obtenido el respaldo necesario para su ingreso.
Francia anunciaba esta semana que apostaría por enfocar con «un nuevo espíritu» las negociaciones con Turquía. El ministro de Exteriores galo, Laurent Fabius, verbalizó el cambio de postura durante una reunión con su homólogo otomano, Ahmet Davutoglu. El viraje está directamente vinculado con la llegada al Elíseo de François Hollande. A diferencia de Nicolas Sarkozy, que se oponía férreamente al ingreso de Ankara, el líder socialista ha optado por un planteamiento más pragmático. Consciente de que el diálogo va para largo, se ha decidido a no obstaculizarlo y, de paso, mejorar las relaciones comerciales con el país. En las últimas semanas, los contactos económicos entre ambos gobiernos se han intensificado en el plano nuclear y aeronáutico. La nueva actitud del Gobierno francés también permite pasar página en unas tensas relaciones bilaterales. Antes de que se celebraran las elecciones la pasada primavera, los parlamentarios galos aprobaron una legislación que convirtió en delito con pena de cárcel la negación del genocidio armenio ocurrido durante el ocaso del imperio otomano. Erdogan se tomó la cuestión como una afrenta nacional y calificó la normativa de «discriminatoria, racista e injusta».
Renuencia de Sarkozy
El último choque entre Ankara y París condensa las fuertes diferencias con Sarkozy, que en línea con otros presidentes del Elíseo siempre ha defendido que Turquía no tenía sitio en la UE. En su lugar, abogaba por forjar un acuerdo lo más estrecho posible tanto en el campo económico como en el de la seguridad.
Angela Merkel comparte la misma visión que su excompañero en el eje franco-alemán. La canciller respalda una relación «privilegiada» con Turquía, pero sin llegar a la integración. Como sucede en algunos sectores franceses, se recela de las diferencias entre Europa y la sociedad turca. Al calor de una visita de Erdogan el año pasado a Alemania, la prensa local recordaba que los valores liberales de la Unión tienen poco que ver con las arraigadas tradiciones otomanas. Más allá de la importancia de la religión musulmana, los analistas germanos insistían en cuestiones como la defensa a ultranza del matrimonio o la familia. En el caso de Sarkozy, recalcaba que la UE debe tener unas fronteras definidas que dejan fuera a un país con buena parte de su territorio en Asia.
Aunque ahora está pensando más en su propia salida, Reino Unido se ha erigido en el gran aliado de Turquía para su acceso al bloque. David Cameron ha recriminado a París y Berlín que cuenten con Ankara para asuntos militares, por su pertenencia a la OTAN, pero le denieguen la entrada en la UE. Ante las fuertes diferencias en el club comunitario, la reacción de Erdogan ha rozado la furia. Hace apenas dos semanas, el primer ministro otomano juzgaba «imperdonable» la espera que soportan. Pese a que las negociaciones arrancaron en 2005, no olvida que las relaciones se remontan a 1963. Entonces se firmó un primer acuerdo de asociación en el que ya se preveía la posterior adhesión. El bloqueo en el diálogo no solo ha provocado la ira turca. Apoyado en el potente desarrollo económico del país, que ya ronda los 75 millones de habitantes, Erdogan ha reforzado su influencia en la región y no descarta renunciar definitivamente a la entrada en la UE. Hace unos meses, llegó a lanzar un ultimátum a los líderes europeos al fijar 2023 como fecha tope para el ingreso. Ese año, Turquía celebra el centenario de su refundación como república laica. En su intento por forzar la reacción de los Veintisiete, ha insinuado la posibilidad de acercarse al grupo de cooperación de Shanghái, un foro económico-militar liderado por Rusia y China.
El guiño de París ofrece una nueva oportunidad para frenar el distanciamiento entre Bruselas y Ankara. En cualquier caso, las negociaciones irán despacio. El levantamiento parcial del veto francés permitirá abrir solamente un capítulo extra -la política regional- de los 35 que conforman el diálogo para la adhesión. Hasta ahora, se mantienen contactos en otras 13 áreas y solo se ha cerrado satisfactoriamente una de ellas.
Ese año, los seis socios fundadores de la UE firman un primer acuerdo de asociación con Turquía. Aunque el Estado otomano no recibió hasta 1999 el estatus de país candidato y la apertura de las negociaciones se demoró hasta 2005, en aquel pacto inicial ya se pensaba en su posible adhesión. Sin embargo, la negativa de Alemania y Francia bajo el argumento de las grandes diferencias de Ankara con respecto a la Unión han congelado las conversaciones.