Sociedad

Historia de un hombre cansado

El Papa es un abuelo hipertenso, con artrosis y tres episodios de accidentes vasculares que han mermado su capacidad intelectualLos problemas de salud propios de un anciano de 85 años abocan al Papa a la renuncia

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Jamás lo ha ocultado. Desde el momento mismo en que fue elegido para ocupar la silla de Pedro, el 19 de abril de 2005, Joseph Aloisius Ratzinger se presentó al mundo como un hombre cansado. Todos sus biógrafos lo retrataron entonces como una persona de salud delicada, un canónico representante de la Curia vaticana, más hecho a transitar por pasillos y a moverse en camarillas y conciliábulos que a pasear por los prados de su Baviera natal. Nada que ver con el Papa Wojtyla, el atleta polaco al que le tocó sustituir y quien, por casualidad, dejó 'olvidado' sobre la mesa de su despacho de Cracovia poco antes de ser elegido un electrocardiograma digno de un Ironman para disipar todas las dudas sobre su capacidad.

Lo que sigue, sin embargo, es el historial médico del Papa Benedicto XVI, el retrato de un hombre cansado.

Tras haber vivido una juventud rica en sobresaltos y preocupaciones donde, ya seminarista enrolado a la fuerza en las Juventudes Hitlerianas, no faltaron dos años de servicio en una batería antiaérea encargada de proteger la factoría de BMW en Traunsteç, en 1991, el entonces Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe sufrió un accidente vascular que le provocó una hemorragia cerebral. Fue ingresado de urgencia en la Casa di Cura Pío XI, de la Avenida Aurelia romana, donde el equipo médico logró recuperarlo. Sin embargo, el futuro Benedicto XVI sufrió entonces una severa pérdida de visión en el ojo izquierdo que, con los años, ha podido ir paliando.

¿La causa? Hipertensión.

Desde aquellos años en que toda su atención estaba puesta en la redacción del Nuevo Catecismo que le había encomendado Juan Pablo II, Ratzinger sigue una dieta estricta (sin casi sal ni carnes rojas ni grasas abundantes) que perseguía la evitación de un nuevo episodio.

No obstante, los accidentes vasculares se han repetido en dos ocasiones más. En mayo de 2005, apenas un mes después de ser elegido Papa, el Vaticano reconoció que Benedicto XVI había sufrido un accidente cerebrovascular hemorrágico leve. Su hermano Georg Ratzinger, conocedor del precario estado de salud del todavía Pontífice, había asegurado poco antes que no creía que su hermano fuera elegido porque su salud era frágil e inestable.

El 17 de julio de 2009 y, a consecuencia de una caída, se fracturó la muñeca derecha. Fue atendido en el hospital Umberto Parini, de Aosta. A finales de ese año 2009, el Papa volvió a padecer una nueva crisis vascular, la tercera.

Aunque estos episodios no habrían afectado a su reconocida capacidad intelectual, Benedicto XVI empezó a valorar la posibilidad de que sufrir severas alteraciones físicas (como Juan Pablo II y su parkinson) o que pudiera fallecer en el cargo de su ejercicio. Algo que ya había padecido su antecesor en la línea de los papas Benedictos. En efecto Benedicto XV, el genovés Giacomo Paolo Battista della Chiesa, murió en el Vaticano el 22 de enero de 1922, víctima de la epidemia de gripe que asolaba Italia en aquellas fechas.

De carácter introvertido, Benedicto XVI es un hombre de interiores. Como actividad deportiva o recreativa solo se le conocen paseos y caminatas. Y, en los últimos años, ni eso. El Papa padece también artrosis, manifestada en particular en su cadera derecha. Durante el Vía Crucis de los últimos años han sido evidentes sus gestos de cansancio, cuando usaba el báculo como punto de apoyo al que se aferraba con ambas manos.

Por esta dolencia, que le impide caminar grandes trechos sin recurrir a un descanso o a un apoyo, Benedicto XVI, que emplea bastón, usa desde octubre de 2011 una plataforma, que empujan tres sediarios pontificios, para desplazarse por la basílica de San Pedro. Es el mismo artilugio rodante que utilizó Juan Pablo II. El Papa Wojtyla también renunció al empleo de la Silla Gestatoria, una especie de trono con andas que era cargado por cuatro personas, y habitual medio de transporte para Papas impedidos, gruesos o cansados. El último en emplearla fue Juan Pablo I en su brevísimo pontificado.

Observadores vaticanos han anotado en los últimos meses diversos episodios de dispersión mental, lagunas y dificultades para completar e hilvanar frases por parte de Benedicto XVI, una persona de solidísima formación teologal, acostumbrado a la intrincada dialéctica vaticana y de gran memoria.

Y aunque no aparezcan consignados en ningún historial médico, es evidente que hay otra serie de achaques con los que el Papa se ha visto obligado a cargar. Hablamos de los disgustos y desvelos, por ejemplo, que le ha costado la traición de su mayordomo, Paolo Gabrielle, 'Paoletto'.