Caballero Bonald pondrá el dedo en la llaga de la corrupción en el Cervantes
«He pasado media vida buscando un adjetivo», dice el poeta y escritor, que repasa en 'Oficio de lector' su particular canon literario
Actualizado: GuardarPondrá el dedo en la llaga de la corrupción «como hizo Cervantes». El «desobediente» José Manuel Caballero Bonald, (Jerez de la Frontera, 1926), último premio Cervantes, anticipa que en el discurso que leerá el 23 de abril, cuando recoja el galardón de manos de don Juan Carlos, hablará de la poesía y los enigmas cervantinos, pero también de malversación y decadencia. Aún está hilvanando ideas y reconoce que lo más «engorroso» será el protocolo. Aceptará con «resignación cristiana» embutirse en un chaqué «y escuchar al rey hablando de mi obra», según dijo ayer tras conocer la «insólita» renuncia del Papa.
Lo que sabe a ciencia cierta es que hablará «de la su grandísima poesía de Cervantes que tan mal se conoce» y que aludirá a la cruda actualidad de nuestro país y a su «decadencia moral». «No puedo silenciar lo que está pasando, así que hablaré de la necesaria regeneración moral que necesitamos», dice el octogenario escritor, poeta y ensayista, que presenta 'Oficio de lector' (Seix Barral), un compendio de su filias literias.
Será su referente el Miguel de Cervantes que en su obra más universal «nos habla de lo que acaece en su tiempo, de la realidad social, y sus desmanes». El poeta, que reacciona con indignación ante la injusticia y el abuso, se reconoce «abrumado y avergonzado» por los casos de corrupción que proliferan en una España «que ha tocado fondo» y que él sitúa «en un ciclo de absoluta decadencia moral y material».
Ante tanto desmán se siente también «enfurecido», pero aún con ánimo para apostar «por la regeneración y la restauración legítima de una democracia sin fisuras desde la decencia política». Se reivindica Caballero Bonald como un «desobediente activo en la poesía, la lectura y la ciudadanía» y se mira en el espejo poético de «otro gran desobediente, como fue Cervantes».
Rastreará en su alocución las huellas «del Cervantes más desconocido y enigmático, el que confiesa en 'Las novelas ejemplares' que estuvo una década alejado de las letras, autor de un único soneto en ese periodo qué tanto nos intriga».
Coincide con Luis Cernuda en que «hay que leer al poeta Cervantes con menos telarañas en los ojos». Él lo ha hecho alejándose de los tópicos. «Los manuales copian al Cervantes poeta evitando lo mejor de su poesía, que yo rastreo por toda sus obras. A Cervantes siempre se le ha tratado muy mal e injusta como poeta, quizá por pura inercia, porque el esplendor del Quijote ensombreció y anuló, casi, el resto de su obra, en especial su poesía», plantea el escritor.
Le cuesta encontrar quijotes modernos. «Acaso el Ché, aunque se ven hoy más fantasmas que quijotes», ironiza este indesmayable lector que aún encuentra «emoción, misterio y paradojas» en las aventuras del ingenioso hidalgo que abre «al azar y con gusto» y que «siguen siendo un ejemplo». A su juicio el «verdadero compromiso de un escritor es crear nuevos mundos a través de la escritura». «Son los grandes desobedientes, los que no siguen la norma, los que engrandecen la literatura y crean esos nuevos mundos. La obediencia conduce al gregarismo y la imitación», apunta.
Su viaje literario va del barroquismo a la austeridad. «Fui barroco y me he dejado media vida buscando el adjetivo irremplazable», asegura. En más de medio siglo de andadura creativa reconoce haber «ganado en concisión y dominado la exuberancia». Lo dice un poeta que se siente «más cercano a Valente y Barral que a Gil de Biedma» y que ha creído y cree que «la poesía es una mezcla de música y matemáticas».
Canon personal
A más de un mes de la solemne ceremonia académica, presenta Caballero Bonald 'Oficio de lector', una recolección con bastantes inéditos de sus escritos sobre los autores que conformaron su sensibilidad y que constituyen «un canon muy personal». «No soy crítico y no quiero serlo; son glosas y comentarios sobre los escritores que me han interesado», precisa.
Narradores como Juan Rulfo y Juan Carlos Onetti, «el mejor prosista y creador de un mundo novelesco secreto», o poetas como Luis Cernuda y Claudio Rodríguez, «con quien conviví y bebí». Glosa también Juan de la Cruz, Góngora, Quevedo, Dostoievski, Mallarmé, Kafka, Juan Ramón, los hermanos Machado, Eliot, Guillén, Alberti, Lorca o Luis Rosales, César Vallejo, Neruda, Octavio Paz, Carpentier, José Lezama Lima, García Márquez o Mario Vargas Llosa.
«Para ser escritor es tan importante lo que se lee como lo que se escribe; si he escrito es porque fui un emocionado lector de poesía», resume ante las 600 páginas de este compendio de lecturas que abre una cita de Joseph Conrad: «El autor sólo escribe la mitad del libro, de la otra mitad debe ocuparse el lector».
Acaso publique algún nuevo poema, pero no novelas. «Me estoy retirando desde hace cincuenta años» dando su obra por concluida. «Lo que tenía que decir está dicho y pensaré obras largos. No tengo tiempo ni ganas. Si llega algún poema es otra cosa. La trabajaré en la memoria» concluye al autor jerezano.