El Papa visita a las 'salesas' que ocupaban el convento en 2010.
ESPAÑA

«¿Va a vivir a nuestra casa? ¡Qué ilusión!»

La hermana Pilar fue una de las últimas inquilinas de Mater Ecclesiae, el convento de clausura donde vivirá el Papa

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Ayer tenían permiso para saltarse el voto de silencio. Y la hermana Pilar (sevillana, 35 años, religiosa desde hace doce) atiende sin prisa al teléfono. «Mi hermano me llamó por la mañana para contarme lo del Papa. Me ha dado mucha pena porque yo le quiero mucho. ¿Es verdad que va a ir vivir a nuestra casa, que va a dormir en nuestras habitaciones...?». Sí, y si quiere Benedicto XVI también podrá cultivar el huerto que abastece de verduras dos días por semana a la familia pontificia (él, dos secretarios y cuatro laicas consagradas a su servicio).

Aunque más que los tomates, las berenjenas y las coliflores que crecen en este fértil terruño, al Papa le gusta el pastel de manzana que preparan las monjas de clausura de Mater Ecclesiae, la 'casa' a la que se refiere la hermana Pilar. Un pequeño convento de clausura en el corazón del Vaticano donde la religiosa andaluza vivió desde 2009 hasta hace tres meses. Allí se retirará Benedicto XVI una vez se haya elegido al nuevo Papa. Hasta ese momento, el Santo Padre permanecerá en Castelgandolfo, su residencia de verano, a orillas del lago Albano, 18 kilómetros al sureste de Roma.

No parece que vaya a ser una mudanza engorrosa: Mater Ecclesiae está a solo 10 minutos a pie de su actual apartamento -el Papa pasea por los alrededores del convento cada tarde-. Pero ¿con quién vivirá? «No creo que conviva con monjas, resultaría raro. Probablemente vaya con parte de su séquito», aventura la hermana Pilar. Y retoma el relato del feliz tiempo pasado en este convento que el Papa Juan Pablo II mandó construir en 1994 para que las monjas de clausura rezaran por él. Para contentar a todas las órdenes religiosas estableció un sistema rotatorio cada cinco años que se redujo a tres, «porque las comunidades no puede 'prestar' tanto tiempo a las religiosas».

Lo estrenaron las Clarisas y luego vivieron allí las Carmelitas y las Benedictinas. Las últimas inquilinas fueron siete religiosas de la Orden de la Visitación de Santa María, las 'salesas': una italiana, otra religiosa de Guinea Ecuatorial, una colombiana y cuatro españolas, entre ellas la afortunada hermana Pilar. Llegaron en el otoño de 2009 y acaban de regresar a sus conventos.