EL DINERO EUROPEO
Para España será un alivio la sustitución de las antiguas ayudas regionales por la entrada en los programas de apoyo al empleo
Actualizado: GuardarLas discusiones que han entretenido a los líderes europeos a lo largo de esta semana para elaborar los Presupuestos de la UE de los próximos años muestran algunas originalidades, junto a muchas repeticiones de los males nacionales. En primer lugar, la elaboración responde a las dos vertientes de la crisis, como no podía ser menos. Por un lado, a ningún Estado le sobran hoy recursos, lo que excita los egoísmos, y a todos les sobran necesidades, lo que exacerba las peticiones de apoyo. Por eso, como ocurre en todas las administraciones, los países que aportan más exigen reducir su aportación y los que reciben más pretenden aumentar las ayudas.
La cuantía de los Presupuestos europeos es muy pequeña cuando se compara con el total de las cuentas nacionales, pero es una cuestión muy relevante para todos. Por ejemplo, para Reino Unido, que desde 1973, cuando entró a formar parte del club, se ha sentido perjudicado por el sistema de captación de ingresos y de aplicación de gastos europeos. Tradicionalmente, los primeros se han basado en los aranceles y en las aportaciones en función del IVA, mientras que los gastos han ido dirigidos mayoritariamente a sostener los precios agrícolas y a las regiones menos desarrolladas.
En ambos casos, el Reino Unido sale perjudicado. Su comercio exterior es muy potente, lo que produce muchos aranceles y su propensión al consumo es mayor que la media, lo que eleva el pago de IVA. Sin embargo, carece de agricultura que sostener y hay que forzar las estadísticas para encontrar regiones realmente poco desarrolladas dentro de su territorio. De ahí que cuestione permanentemente el modelo y regatee su aportación, acompañándola de amenazas permanentes de salida de la UE.
En cualquier caso, y como bien dice el comisario Joaquín Almunia, la ridícula pequeñez del Presupuesto europeo lo convierte en un mero sostén de complemento y le impide intervenir con decisión en la realidad económica de cada país, sobre todo en estos tiempos de crisis. Pero nada es despreciable y la pelea por captar los euros europeos se recrudece por momentos.
Para España el asunto tiene una importancia máxima por varias razones. Como estaba previsto en los últimos años, ha disminuido significativamente el caudal del río de las ayudas europeas que con tanta generosidad ha regado nuestros campos, nuestras regiones y nuestras comunicaciones; y sucede justo cuando ha dejado de brotar el manantial de la construcción, los recortes desertizan los presupuestos de todas las administraciones y la única exuberancia la proporcionan las desgraciadas cifras del paro.
Por eso, la sustitución de las antiguas ayudas regionales por la inclusión de nuevos programas que apoyen el empleo, especialmente el juvenil, será un alivio inestimable que, de momento, nos proporciona un saldo positivo de 1.500 millones de euros en nuestras relaciones con la UE. Un alivio cuantitativo y también cualitativo pues, dado su carácter siempre complementario, nos obligará a tomarnos en serio estas políticas, si queremos aprovechar el dinero que las subvenciona. Que ya era hora.