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El implacable aspirante para dirigir la CIA
John Brennan defiende los ataques de aviones no tripulados e incluso matar a estadounidenses ligados a Al-Qaida
NUEVA YORK. Actualizado: GuardarJohn Brennan probablemente tenga asegurada su confirmación como director de la CIA, tanto por su larga carrera de servicio a la seguridad nacional con gobiernos republicanos y demócratas como su gran amistad con el presidente, Barack Obama. Pero su nominación ha abierto una ventana de oportunidades para interrogar al Gobierno sobre un amplio abanico de temas clasificados que rara vez ven la luz.
Cada día de esta semana que ha precedido a la audiencia de su confirmación que se celebró el jueves en el Senado, los medios de comunicación han publicado informaciones sobre el programa de drones que a menudo conocían desde hace tiempo pero que habían mantenido en secreto a petición del Ejecutivo, por motivos de seguridad nacional. Con el arquitecto de ese programa en la palestra, todos coincidieron que era el momento de airearlas para que los senadores hicieran al actual consejero de seguridad nacional de Obama las preguntas correctas.
Brennan, de 57 años, era director adjunto de la CIA durante el Gobierno de George W. Bush, cuando las cárceles secretas, los secuestros extrajudiciales y las torturas eran práctica común. Con todo, Barack Obama le convirtió en su mano derecha y le permitió expandir el programa de asesinatos por control remoto que ha sustituido progresivamente a los combates en la guerra contra Al-Qaida. Mientras el Premio Nobel de la Paz se apuntaba el tanto de acabar con dos costosas guerras -la de Irak y Afganistán-, el programa de aviones sin piloto para espionaje y bombardeos quirúrgicos se ha incrementado un 400% durante su mandato y se ha extendido a un número de países sin determinar. Obama y Brennan defienden la eficacia de estos ataques y los justifican por el mínimo número de bajas civiles que a su juicio generan, sobre todo porque consideran que todo hombre mayor de 15 años que se encuentre cerca de un objetivo militar es un miembro de Al-Qaida.
Sin embargo, organizaciones como el Bureau of Investigative Journalism han contado 2.629 víctimas mortales, de los que estima que 465 eran civiles. Para demostrarlo intenta poner nombre y apellidos a las víctimas, algo difícil por lo remoto de las zonas donde ocurren los ataques. Con menos del 20% de éstas identificadas, ya ha puesto caras a 331 civiles, de los que 87 eran menores de edad.
La práctica más controvertida de este programa es la que permite al presidente matar a estadounidenses en el extranjero que considere parte de Al-Qaida. Los manifestantes de Code Pink esperaron a Brennan en la sala con una pancarta de Abdul Anwar al-Aulaqi, el joven norteamericano, hijo del clérigo del mismo apellido, que junto con su padre fue asesinado en Yemen por drones.
Gritos de «asesino»
No era un rostro que a Brennan le sonara ajeno. Cada martes el consejero de seguridad nacional de la Casa Blanca se reúne con el presidente para repasar juntos la lista de nombres que han recibido una sentencia de muerte sin juicio. Los gritos de «asesino» que los manifestantes le lanzaron interrumpieron la audiencia en varias ocasiones, resultaron en el arresto de ocho de ellos y provocaron que la jefa del comité de inteligencia del Senado, Dianne Feinstein, ordenara evacuar la sala.
Con todo, los senadores no parecen tener mayor problema con el programa de drones, que incluso Feinstein llegó a aprobar, pero sí con la posibilidad de que el Gobierno se convierta en juez y verdugo de estadounidenses fuera del campo de batalla sin supervisión alguna.