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Tiempo perdido

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Soy una gran aficionada a las historias de Astérix y Obélix, esos dos galos que consiguieron plantar cara a todo un imperio romano aunque solo ocurriese en la mente de su guionista René Goscinny. Recuerdo especialmente las doce pruebas a las que se enfrentan, sobre todo la que les obliga a recorrer de arriba a abajo un edificio administrativo en busca de la forma A-38. Lo que en un principio parece un mero trámite para pasar a la siguiente prueba, se convierte en toda una odisea para estos dos pequeños héroes que están a punto de volverse locos antes de conseguir el ansiado pasaporte. Siempre que me he enfrentado a la burocracia por alguna cuestión me he sentido como aquel Astérix perdido entre las escaleras. Ayer, al enterarme de la última sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía que anula toda actividad en el polígono de Las Aletas me volvió a la mente tan peculiar episodio. De nuevo, este proyecto que desde que se concibió está condenado a fenecer, ha vuelto a sufrir un varapalo judicial. Y esta vez más fuerte. Ahora el tribunal anula el acuerdo que lo declaró de interés autonómico después de que el pasado noviembre el mismo tribunal anulase el Plan Especial de Interés Supramunicipal, como consecuencia también de otras sentencias anteriores. Con este nuevo contratiempo, el enésimo ya, se vuelve a paralizar, si es que alguna vez se puso en marcha, cualquier intento de atraer empresas a la provincia. Y ya van para diez años. Recordando aquel episodio de Astérix y Obélix me imagino a este proyecto anclado, pasando de mano en mano sin que nadie haga una apuesta clara y seria, lo mismo que pasa con esta provincia. Se ha hablado de millones de euros, ha habido cambios en el organigrama del consorcio y en el terreno no se ha movido ni un grano de arena. Tan solo ha servido para que la distintas administraciones implicadas en este proyecto lo hayan utilizado como arma arrojadiza en las elecciones y en el curso político. Y mientras tanto, se desperdicia la oportunidad que ofrecen otros terrenos en la Bahía, como el de Delphi, para que lleguen nuevas empresas dispuestas a apostar por esta provincia que va sin patrón y a la deriva.