Paisajes de impresión
La muestra explora a través de 113 lienzos los prolegómenos de la revolución impresionista y su extensión por Europa El Thyssen recrea el viaje de los pioneros y los apóstoles de la pintura al aire libre
MADRID. Actualizado: GuardarUn siglo antes de que los impresionistas hicieran de la naturaleza su único taller fueron muchos los pintores que optaron por trabajar al aire libre con sus paletas, pinceles y caballetes. Para aquellos pioneros era un ejercicio de estilo, y la pintura de rocas, ríos, montañas, campos, mares, cielos y jardines no se exhibía en galerías y salones. Con la revolución impresionista, a finales del XIX, la pintura al natural de paisajes se convirtió en un credo aceptado en toda Europa. Es ese viaje de los pioneros a los apóstoles de la pintura en entornos naturales el que realiza la exposición 'Impresionismo y aire libre. De Corot a Van Gogh', que acoge el museo Thyssen de Madrid. Es uno de los grandes hitos de una temporada que ha arrancado con alto voltaje impresionista y que generará tantas colas como la muestra de la Fundación Mapfre, que ha trasplantado al paseo de Recoletos el corazón impresionista del Museo de Orsay.
«Son dos muestras muy distintas. Nuestra vecina es una selección de obras maestras del Orsay y la que inauguramos en el Thyssen es una exposición con argumento», aseguró Guillermo Solana, conservador-jefe del Thyssen, arrimando el ascua a su sardina. El suyo se concibió como un proyecto mucho más ambicioso, pero la crisis dejó en la cuneta la alianza entre el Thyssen y la maltrecha Fundación Caja Madrid, de modo de que las 170 obras previstas se quedan en 113. Pero cree Solana que no hay mal que por bien no venga y que su reducida dimensión «hace que la muestra gane en intensidad». «Nos hemos ceñido a las piezas esenciales, prescindiendo del relleno que a menudo lastra las grandes muestras», apuntó Solana.
Fenómeno global
Y es cierto que hay muchas piezas de espectacular brillo, entre ellas cinco pinturas de Vincent Van Gogh de distintas épocas, más de una docena de Claude Monet, diez de Constable, siete de Coubert, cuatro de Corot, tres telas soberbias de un insólito Sorolla, dos de Sisley y sendas y únicas 'joyas' de Turner y Renoir.
Son pintores de muy distinto origen e intención pero unidos por el denominador común de su afán por pintar al aire libre y del natural. Sus obras demuestran que ese interés por la pintura en parajes naturales que culminó en el impresionismo fue un fenómeno casi global en la plástica de la época. No se quedó en Francia, recorrió Europa y marcó incluso la pintura de los pioneros artistas estadounidenses. En España el introductor del paisaje fue Carlos de Haes, de quien la exposición ofrece dos obras.
El comisario de la muestra, Juan Ángel López-Manzanares, conservador de la colección Thyssen, ha dividido la muestra en siete apartados. Son los mismos en los que el pionero de la pintura exterior Pierre Henri de Valenciennes (1750-1819) dividió un manual que fue una suerte de 'cartilla' para los paisajistas europeos del XIX: ruinas, azoteas y tejados; rocas; montañas; árboles y plantas; cascadas, lagos, arroyos y ríos; cielo y nubes, y el mar.
Y esos epígrafes y paisajes son exactamente los que se recogen en los siete apartados de la muestra en los que se reparten 113 pinturas, dos tercios de ellas nunca antes vistas en España y cedidas por muy diversas instituciones. Demuestran lo que dio de sí ese afán por huir de los lóbregos talleres donde academicistas y neoclásicos pintaban paisajes inertes como decorado de escenas bíblicas.
Una intención que verbalizaron muchos de los pintores presentes, como Paul Cézanne, quien asegura en una carta a Zola en 1868 que «todos los cuadros de taller no valdrán nunca lo que valen las cosas al aire libre». O Van Gogh, que en 1888, instalado ya en Arlés, explica cómo «siempre» ha pintado «en la naturaleza». «A veces cambio el motivo; pero, en fin, no pinto todo el cuadro. Al contrario, me lo encuentro hecho pero sin desbrozar en la naturaleza», aclara el holandés. Claude Monet va más allá y clama en 1880: «Yo no he tenido nunca un taller, y no comprendo que alguien se encierre en una habitación».
«Cien años antes de la exposición impresionista de París la pintura al aire libre ya ha cubierto un siglo largo de trayecto», plantea el comisario López-Manzanares. «La muestra pone en perspectiva el movimiento impresionista que abandonó el taller para pintar al aire libre, demostrando cómo carecía de sentido encerrarse en el siglo XIX, y cómo dieron un paso crucial para la pintura del siglo XX al abrir la caja de pandora del paisaje», asegura el comisario. Renunciando a la ordenación cronológica y apostando por la temática ha tratado de hacer un «diccionario del paisaje» que va desde 1780 a 1900 y que ilustra con aportaciones italianas, británicas, españolas y nórdicas.