Agustín Pérez sale del furgón policial la semana pasada para acceder a la Audiencia. :: ANTONIO VÁZQUEZ
CÁDIZ

Condenado a 30 años como pedía el fiscal por matar a su tía

El magistrado presidente del jurado destaca en su sentencia la «agresión salvaje» que sufrió la víctima a quien su sobrino le aplastó la cabeza

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Con un veredicto tan implacable como el que dictó el jurado popular, condenando por asesinato a Agustín Pérez Sastre la semana pasada, la sentencia que debía redactar el magistrado presidente del jurado se preveía ajustada a la calificación de los hechos que hacía el Ministerio Fiscal. Una acusación pública que no encontraba ninguna circunstancia atenuante que rebajara la pena por unos hechos «salvajes, crueles», entre otros adjetivos que se pudieron oír en la sala de la Audiencia Provincial. Y así ha sido.

Tal y como solicitaba el Ministerio Fiscal al principio y al final del juicio, el magistrado de la Sección Primera, Juan Carlos Campo, ha dictado una sentencia condenatoria de 30 años de prisión para el vecino de la calle Barbate por un delito de asesinato, con alevosía y ensañamiento; y un segundo de homicidio en grado de tentativa. Como se recordaba la semana pasada, Agustín Pérez, de 33 años, antes de matar a su tía, lo intentó aplicando el mismo 'modus operandi' sobre su madre. Si bien, la mediación de la primera, que a la postre terminaría perdiendo la vida, fue esencial para salvarle la vida a su hermana y madre del condenado.

«Mi hijo era una máquina de matar (...)Si no me salva Sofía, la muerta sería yo». Esta parte de la declaración de la principal testigo de la causa, también víctima de Agustín Pérez, la destaca el magistrado en su sentencia como una de las pruebas «claras» que no dejaron lugar a dudas sobre la autoría de lo ocurrido la madrugada del 27 de marzo de 2011. Esa noche, el condenado regresó sobre las 4.00 horas a su casa donde vivía con su madre y su tía. Sin que mediara discusión alguna, se dirigió al cuarto de baño donde se encontraba su madre, «la agarró del caballo y la arrojó al suelo». Para empezar a patearle la cabeza.

Los gritos, relata la sentencia como hechos probados, alertaron a la tía del condenado, que «logró disuadirle para que cesara en su ataque». Ya tranquilo, se dirigió a la cocina con la fallecida; momento que aprovechó la madre de Agustín para huir de la casa. «De forma súbita y sorpresiva», la tía del procesado «fue golpeada de improvisto en la cabeza con un sartén». Al caer al suelo, Agustín le golpeó repetidamente la cabeza mediante patadas, «causando a ésta un sufrimiento extremo». La muerte le devino por aplastamiento del cráneo: «Tal brutal fue el ataque que el efecto es como si se hubieran machacado los huesos de la cara y la cabeza», subraya la sentencia conocida ayer.

La sustancia del juicio estaba en determinar el estado mental del procesado. El magistrado describe la defensa «difusa» que tuvo el acusado ya que su abogado -el quinto de oficio que ha tenido a lo largo de la instrucción- solicitó la «eximente completa de enajenación mental, y en cascada, las derivadas». Unas circunstancias, que como recuerda el magistrado, deben estar probadas; algo que no ocurrió en el juicio.

Así, tanto una vecina, como una tía y una hermana de Agustín negaron haberlo visto drogado horas y días antes de lo ocurrido. Pero los argumentos definitivos llegaron de la mano de los peritos forenses que no apreciaron ninguna patología. De la descripción que hicieron del procesado, el presidente del tribunal destaca que es «persona rápida de reflejos y denotando un importante coeficiente intelectual. Relatan que exterioriza un pensamiento hábilmente dirigido (...) Que era un gran simulador y cómo hacía gala de una amnesia selectiva; lo que no existe».

Además de la pena de cárcel, el juez impone el pago de 65.000 euros a los dos hijos de la fallecida (sus primos) en calidad de indemnización. Y mantiene la situación de prisión provisional, en caso de recurso en contra de la sentencia ante el Supremo, hasta que se cumpla la mitad de la condena. En su alegato final, Agustín le dijo al jurado al finalizar el juicio que la condena le parecía «desproporcionada».