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La furia se apodera de Egipto
Los disturbios en la capital y en Port Said tras la sentencia por la masacre del fútbol dejan por lo menos 40 muertos
EL CAIRO. Actualizado: GuardarLa furia y el caos se apoderaron ayer de la localidad de Port Said al conocerse la condena a muerte de 21 seguidores del club de fútbol local por la peor masacre que ha conocido el deporte egipcio, que dejó 74 muertos hace ahora un año. Por lo menos 31 personas murieron en violentos disturbios en esta ciudad mediterránea, en un cóctel mortal de fútbol, política y violencia. La sentencia, que muchos en Egipto consideran ejemplarizante para calmar los ánimos en la capital, se conoce en medio de un ambiente de máxima tensión y pocas horas después de que otras nueve personas murieran en las ciudades de Suez e Ismailiya durante las protestas contra el Gobierno en el segundo aniversario de la revolución.
Minutos después de conocerse el veredicto, que anunció en El Cairo el juez Sobhi Abdelmeguid, una turba enfurecida compuesta por familiares y amigos de los acusados e hinchas del club de fútbol Al-Masri -al que se ha culpado de la violencia durante aquel fatídico encuentro deportivo- se dirigió hacia la prisión de Port Said con la intención de liberar a los condenados. Allí se enfrentaron a tiros con los policías que custodiaban la cárcel, creando una situación de caos absoluto.
Casi todas las víctimas mortales, entre ellos un jugador y un exfutbolista, se debieron a disparos de armas de fuego. Todos excepto dos policías son civiles, y muchos recibieron disparos por la espalda y a corta distancia. La cifra podría incluso aumentar, ya que como reveló el director de hospitales de Port Said al diario 'Al Ahram online', muchos de los más de 300 heridos que habían llegado a los centros sanitarios estaban muy graves.
Los disturbios se extendieron por el resto de la ciudad, y grupos de jóvenes asaltaron dos comisarías y la sede de los juzgados. Port Said era una ciudad llena de rabia. Los manifestantes convirtieron en objetivo todos los edificios oficiales y símbolos del Estado que encontraron a su paso, ya que consideran que el resto del país les ha dado la espalda y les ha hecho cargar con toda la responsabilidad de lo ocurrido en el partido que enfrentó al equipo local con el cairota Al-Ahli.
El Ejército tuvo que desplegarse en la ciudad para intenta calmar la situación, como había hecho horas antes en Suez, y el Consejo de Defensa Nacional, el máximo órgano de decisión en asuntos de seguridad, amenazó con imponer un toque de queda o tomar la medidas que fueran necesarias para proteger los edificios vitales del Estado.
Para muchos en Port Said, como el abogado de la defensa Mohamed al-Dau, el veredicto no es sino una «decisión política para calmar al público». El día anterior, en el segundo aniversario de la revolución egipcia, las principales ciudades se convirtieron en escenario de violentos enfrentamientos entre opositores al Gobierno de los Hermanos Musulmanes y las fuerzas de seguridad. Estos choques continuaron ayer en los alrededores de la plaza Tahrir en El Cairo.
Los hinchas del club Al-Ahli, al que pertenecían la mayoría de las víctimas de la masacre de Port Said, habían amenazado con sembrar el caos en la capital si no obtenían justicia. Y la única justicia que estaban dispuestos a reconocer era la pena de muerte. La sentencia, sin embargo, provocó el júbilo entre los familiares de los fallecidos y contentó a los 'ultras', como se conoce a los hinchas de este equipo, que recibieron la noticia con gritos de 'Dios es el más grande'.
Las sospechas de que el veredicto tiene tintes políticos no solo proceden de Port Said. Como señalaba Mahmud Salem, uno de los blogueros más respetados del país, «puestos a elegir entre El Cairo y Port Said, el Gobierno ha elegido El Cairo, como es habitual. Siempre va a ser así», opinaba en Twitter.
Según relató el letrado Mohamed al-Dau a la agencia AP, «nada indica que estas personas hicieran algo, y no entendemos en qué se basa el veredicto». Para este jurista, no está claro cómo fueron identificados los acusados: «Los chavales fueron sacados de sus casas simplemente por llevar camisetas verdes (los colores de Al-Masri)». El juez, que recomendó la pena de muerte para 21 de los 73 acusados, todos ellos civiles, no explicará la sentencia hasta el próximo 9 de marzo, cuando se conozca el veredicto para los 52 procesados restantes. La condena a la pena capital, que en Egipto suele ejecutarse en la horca, deberá ser revisada ahora por el gran muftí del país, la máxima autoridad religiosa, para que dé su opinión.
Tanto los acontecimientos de aquel 1 de febrero de 2012 como el juicio posterior han sido extremadamente controvertidos. Los hinchas del equipo local, Al-Masri, atacaron a sus rivales al final del partido, y la gran mayoría de ellos murieron asfixiados en una avalancha humana. Pero ambos equipos culpan también a la Policía, que no registró a los asistentes a la entrada del estadio y contempló la matanza sin mover un dedo. Aunque hay nueve agentes entre los acusados, ayer solo se condenó a hinchas de Al-Masri, que para sus defensores se han convertido en cabeza de turco de las autoridades.
Desde la revolución del 25 de enero de 2011 se han producido más de un millar de muertes a manos de las fuerzas de seguridad, pero apenas se ha condenado a un puñado de agentes a penas menores.