La maestría del alfarero Barceló
«Quemo los cuadros que parecen perfectos», dice el artista , que expone en Madrid piezas de barro y cerámicas
Actualizado: GuardarCuando Miquel Barceló (1957) concluye un cuadro que le parece «perfecto» lo arroja al fuego de la alfarería palmesana en la que cuece sus espectaculares piezas de barro. Al artista mallorquín le seduce mucho más la imperfección y sus logros. De ahí que el azar tenga mucho que decir en las grandes piezas de arcilla y cerámica que expone en la galería Elvira González de Madrid. Acostumbrado a que los grandes museos y centros artísticos del mundo se peguen por sus obras, hacía un decenio que Barceló no exponía en una galería privada española. Su marchante sigue siendo el suizo Bruno Bischosfberger, pero las circunstancias le han obligado a cambiar de galería en España. Fiel a Soledad Lorenzo, una vez que esta echó el cierre, Barceló fichó «sin dudarlo» por otra grande del gremio. Aterriza en la firma de Elvira González confirmado como el artista español de cotización más alta, «lo que no supone ser el mejor», aclara.
Expone una veintena de grandes piezas de alfarería realizadas el pasado año en su refugio mallorquín. El artista ha adquirido una alfarería «de toda la vida» en su isla. También procede de su Felanitx natal el barro con el que trabaja y que cuece en el mismo horno en cuyas llamas abrasa sus cuadros «más perfectos». «Quemo muchos, la verdad», admite risueño. Explica que ahúma otros, «los que se salvan de la quema», porque a su juicio «la imperfección es mucho más interesante». Tanto que «son las imperfecciones las que hacen única una obra maestra».
En ese horno que abrasa pinturas ha cocido Barceló enormes vasijas de terracota -«pucheros que tienen mucho de terra y a veces casi nada de cota», prefiere decir- pintadas con motivos asiáticos y africanos y coronadas en algún caso por tejas y ladrillos curvados que evocan los relojes blandos de Dalí. Es su manera «irónica» de hablar de la crisis inmobiliaria «y de utilizar en otro contexto, como los situacionistas, un elemento tan común y milenario como el ladrillo, el mismo que usaron los romanos y que está en Oteiza». También ha «cocinado» allí unas pinturas sobre lienzo tratadas con arcilla a las que da textura de porcelana.
«Adoro la tierra y cada vez me interesa más la cerámica, que es la pintura misma», asegura. «Paradójicamente se valora menos que la pintura por su presunta fragilidad, pero uso el mismo material que los griegos, de cuya pintura no ha quedado nada y cuya cerámica conocemos bien», explica Barceló. «Trabajo con barro y manganeso, con la misma arcilla que usaban los sumerios hace 3.000 años», señala. «La arcilla y la cerámica son la forma de pintura más antigua del mundo, el genérico de la pintura», dice un artista que trata de domar un barro milenario «en el que debe estar en ADN de mis ancestros, ya que se recicla eternamente». «Si empecé a trabajar con arcilla es porque en Gogoly-Sangha, en Malí, el viento no me dejaba pintar. Seguramente así fue, pero aún más seguro es que con esta arcilla no hacía otra cosa que seguir pintando», cuenta en su 'Manifiesto de barro'.
Muy centrado en la alfarería, no ha dejado ni mucho menos la pintura, que le parece «a veces un arte invisible». «Practico un oficio de dinosaurios, de viejos, y empiezo a tener edad de que algún cuadro me salga bueno», ironiza. Desde sus inicios en la pintura su guía ha sido retirar «lo que encuentra bien hecho» y conservar «lo que me parece mal».
Debacle en Arco
Afronta Barceló un año muy intenso con citas en Sao Paulo, Zúrich, Ginebra, Palma, Nueva York y Singapur. Pero como es su costumbre no pondrá un pie en Arco, feria en la que sí habrá obras suyas en varias galerías y a la que augura una edición más que cruda. «Será una debacle; con el disparate del IVA cultural al 21%, el más alto de Europa, está dicho todo». «Arco estaba pendiente de consolidarse, pero desde luego esa no es la fórmula». «Para los coleccionistas será más fácil ir a comprar a Singapur», lamenta este artista consagrado que no pisa jamás una feria. «No me gustan, ni siquiera para ver arte. Prefiero las galerías y los museos». Lo dice tras haber dedicado la mañana a visitar el Prado y disfrutar «de lo lindo» con la exposición del joven Van Dyck.
Lo que no tiene a la vista es una exposición en el Reina Sofía. «No me lo han pedido», dice sin meterse en honduras ni cargar contra Manuel Borja-Villel, director del museo. Parece así más fácil que llegue una exposición en el Prado, cuyo director, Miguel Zugaza, lleva lanzándole anzuelos hace tiempo y donde ya presentó 'Pasodoble'.