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El Ejército de EE UU reivindica la igualdad

Leon Panetta se despide del Pentágono abriendo la puerta al reconocimiento de las mujeres que sirven en puestos de combate

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Leon Panetta pasará a la historia como el hombre que abrió la puertas de las Fuerzas Armadas estadounidenses a mujeres y gays. No es que no estuvieran antes de que el jefe del Pentágono saliente permitiese a los homosexuales salir del armario en septiembre de 2011, y a las mujeres, estar en primera fila de combate, apenas ayer. Los primeros podían servir bajo la polémica cláusula del 'No preguntes, no digas', que permitía expulsarles si daban a conocer su orientación sexual, y las segundas lo han hecho durante diez años sin pena ni gloria.

«Están luchando y muriendo juntos. Es hora de que nuestra política reconozca esa realidad», anunció ayer Panetta, que abandonará el cargo a mitad de febrero. «Una de mis prioridades como secretario de Defensa ha sido eliminar tantas barreras como sea posible para que la gente cualificada y con talento pueda servir a este país de uniforme».

Durante los últimos diez años de guerra en Irak y Afganistán cerca de 300.000 mujeres han sido destinadas a esos países. Muchas de ellas eran parte de unidades de combate como 'fuerzas agregadas', en funciones de intérpretes, servicios médicos o incluso conductoras de camiones militares, a menudo sentadas en el techo empuñando una ametralladora. En conflictos no tradicionales donde no había una línea de fuego definida, cualquiera de esas funciones las enfrentaba al mismo riesgo que los hombres y las obligaba a estar a su altura para combatir a los insurgentes, como reconoció ayer el jefe del Pentágono.

«La mujeres de uniforme (que representan el 14,5% del total) se han enfrentado a la realidad del combate, han demostrado su disposición para luchar y sí, también para morir defendiendo a sus compatriotas». Como consecuencia, 152 mujeres soldados han perdido la vida en estos años y 865 han resultado heridas. Pero a diferencia de los hombres, eso no les ha servido para ganar medallas ni promociones, porque el Pentágono no reconocía que estuvieran en puestos de combate.

Las fuerzas más reaccionarias pusieron ayer el grito en el cielo ante el último movimiento de Panetta, un civil exjefe de la CIA que también ha luchado contra los rampantes abusos sexuales entre los militares y la corrupción ética de los mandos. Pero entre las mujeres y los activistas que le han presionado para hacerlo posible, la reacción no podía ser más eufórica.

«¡Hip, hip, hurra!», escribió en un comunicado Nancy Duff Campbell, presidenta del Centro Nacional de Leyes de Mujeres. Para Campbell, la decisión elimina «el último vestigio de discriminación sexual aprobada por el Gobierno».

A quienes dudan de que puedan servir igual que los hombres, Kayla Wlliams, una traductora de árabe que después de volver de Irak ha tenido que aguantar preguntas sobre si la dejaban llevar armas, tiene una respuesta muy simple: «Ya lo están haciendo». Y para quienes creen que el ocupar algunas de las 240.000 plazas que se abren en las cuatro ramas las arriesga a sufrir el acoso sexual de sus compañeros, las estadísticas prueban que llegan tarde: una de cada tres mujeres en las fuerzas armadas estadounidenses sufre abusos sexuales o es víctima de acoso sexual. En total, 20.000 mujeres son violadas cada año, aunque menos del 2% vea pagar por ello a su violador, debido a la cultura de tolerancia que se inculca desde la cúpula.

Derecho a optar

Panetta provocó una carcajada de Barack Obama cuando el presidente anunció a su sucesor al dejar escapar en su discurso que prefiere recoger nueces (nuts) en su finca de California -a la que se retira- que seguir lidiando con este tipo de «locos (nuts)». Ayer también tuvo una confidencia personal para explicar su decisión. «Cuando miro a mis nietos y nietas -sabéis que tengo tres nietos y tres nietas- quiero que cada uno tenga la misma oportunidad de triunfar en lo que quiera hacer», explicó. «En la vida no hay garantías de éxito. No todo el mundo podrá ser soldado de combate. Pero todo el mundo tiene derecho a optar».

El jefe del Pentágono no verá completada su misión porque cada área de las fuerzas armadas tiene hasta el 15 de mayo para presentar un plan para llevar a cabo sus órdenes o explicar por qué no puede hacerlo. Será su sucesor, Chuck Hagel, un hombre al que se acusa de historial homófobo y contrario a los derechos de las mujeres, el que tenga que llevarla a cabo. Tal vez por eso Panetta advirtió de que «se necesitará liderazgo y profesionalidad para hacer realidad estos cambios».