La primera dama eligió un modelo del joven Jason Wu. :: AFP
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De la sobriedad a la imagen de la esperanza

Michelle sorprendió con un favorecedor vestido color rubí, firmado por el mismo diseñador que la vistió hace cuatro años

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La expectación era máxima. Todas las miradas estaban puestas en ella. Y ella no defraudó. Michelle volvió a ser la reina del baile. Impresionante, imponente. De rojo. «Algunos pueden cuestionar la calidad de nuestro presidente, pero nadie cuestiona la calidad de nuestra primera dama», dijo un orgulloso Obama al anunciar la entrada de su esposa en un engalanado Centro de Convenciones de Washington. Michelle apareció ante la multitud con un favorecedor vestido de chifón y terciopelo en color rubí que dejaba sus torneados brazos al aire.

Michelle volvió a confiar en el talento del diseñador de origen taiwanés Jason Wu -ya la vistió en su debut como inquilina de la Casa Blanca hace cuatro años-, un gesto muy criticado en algunos sectores de la industria, que no ven con buenos ojos que la primera dama repita firma en un evento de tanta repercusión. Completó el estilismo con un anillo de diamantes y un conjunto de brazaletes diseñados por Kimberly McDonald.

En el centro del escenario la esperaba «el amor de su vida», impecable con un esmoquin clásico y pajarita blanca. Un cuento de hadas con final feliz. La pareja protagonizó un baile lleno de guiños de complicidad, en el que no faltaron detalles de cariño que terminaron por desarmar a un público totalmente entregado.