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El cambio de 'Flanby'
El blando e impopular François Hollande se gana con la guerra de Malí los galones de líder firme, decidido y con autoridad
PARÍS. Actualizado: GuardarA veces una guerra puede resultar providencial para un político. Es lo que le ocurre a François Hollande con el conflicto bélico en Malí. De repente, el presidente francés, sumido en las cotas más bajas de popularidad, se ha transformado en jefe de Estado firme, decidido y con autoridad. Desterrada la imagen de hombre pusilánime, incapaz de tomar una decisión y alérgico a todo conflicto. A 'Flanby', la marca de flan que sirvió para motejarle, esta vez no le ha temblado el pulso para embarcar a su país en solitario en una aventura militar en el avispero islamista del Sahel. El bautismo de fuego ha revelado a un Hollande nuevo, desconocido e imprevisto bajo su flamante uniforme de jefe supremo de los Ejércitos.
El 'general Hollande' se ha ganado los galones y el respeto castrense. Inspiraba desconfianza para luchar contra los elementos aquel político blando al que su rival por la izquierda, Jean-Luc Mélenchon, había bautizado como 'capitán de pedalón'. Además ofrecía un perfil antibelicista con el cumplimiento de la promesa electoral de anticipar a finales de 2012 la retirada de las tropas francesas de Afganistán. Pero en cuestión de 24 horas, dio la orden de inaugurar un nuevo teatro de operaciones en esa Africa francófona postcolonial de la que siempre había renegado a riesgo de caer en una encerrona tipo 'Sahelistán'.
Como Nicolas Sarkozy, su predecesor, Hollande pertenece una generación de franceses que no ha hecho la guerra, ni la de Argelia ni la Segunda Mundial. No era el caso del socialista François Mitterrand ni del conservador Jacques Chirac. El primero vio dispararse su popularidad cuando participó en la coalición internacional para la guerra del Golfo contra el Irak de Sadam Husein entre el verano de 1990 y el invierno de 1991. El segundo se benefició en 1999 de la guerra de Kosovo y de la intervención de la OTAN contra el ejército de la República Federal de Yugoslavia.
A Hollande se le pronostica un efecto colateral de similares virtudes benéficas en la opinión pública. Con un reflejo francés habitual en situaciones de crisis bélica, el país ha cerrado filas detrás del jefe constitucional de los Ejércitos. El 63% de los franceses apoyan la intervención militar, según el primer sondeo realizado tras desencadenar las hostilidades en Malí. Ironía estadística, esa cifra iguala el récord de impopularidad alcanzado solo tres días antes en el barómetro mensual de la revista 'Paris-Match'.
Una encuesta publicada por la cadena i-TV al cumplirse la primera semana de intervención indica que el 60% de los franceses confía en Hollande para llevarla a cabo. El presidente gana 17 puntos en su percepción de hombre capaz de tomar las decisiones que se imponen y 8 en su imagen de hombre competente.
Giro «simbólico»
«Tras ocho meses de formación en alternancia. François Hollande se ha convertido a su vez en un monarca republicano de la Quinta República», sentencia Alain Duhamel, uno de los comentaristas políticos más prestigiosos de la plaza. También David Revault d'Allones y Thomas Wieder, cronistas del Elíseo en 'Le Monde', constatan un giro de una «importancia simbólica capital». «Ningún arte parecía más extraño al actual presidente que el de la guerra. El hombre tiene un repelús visceral al conflicto, le repugna dar órdenes y prefiere vencer convenciendo más que combatiendo. Es un conciliador, no un provocador. Alguien para el que la autoridad se conquista pacificando y no agrediendo», escriben.
El 'general Hollande' ya no duerme en el domicilio que comparte en París con su pareja, la periodista Valérie Trierweiler. Ahora pasa todas las noches en el Elíseo, donde ha instalado sus cuarteles de invierno. Allí celebra por las mañanas un 'consejo de guerra' con los principales ministros, mandos militares y asesores en seguridad. Un gran mapa de Malí y de África del Oeste cubre la mesa del coqueto 'salón verde', el mismo en el que Sarkozy se casó en 2008 con Carla Bruni. Haz el amor y no la guerra. Hasta ese axioma ha trastocado el líder socialista que conquistó el poder con el lema «el cambio, ahora».