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Obama hace frente a la desilusión
Las concesiones en la negociación fiscal y la firma de la Ley de Defensa acaban con las esperanzas depositadas en el presidente
NUEVA YORK. Actualizado: GuardarGuantánamo seguirá abierto. Los bajos impuestos de la era Bush son ahora permanentes para el 98% de los estadounidenses. Los recortes del precipicio fiscal no se han evitado, solo se han pospuesto. El techo de la deuda no se ha elevado y la oposición se prepara para arremeter contra las ayudas sociales, ahora que la subida de impuestos para los ricos ya no está sobre la mesa.
Así ha empezado Barack Obama el año, para desmayo de sus bases progresistas, que esperaban un presidente más valiente y comprometido en el segundo mandato. No ha transcurrido ni una semana desde que empezó el año. Obama ni siquiera ha jurado su nuevo gobierno, lo que ocurrirá el día 21. Con todo, las señales son claras. El presidente sigue negociando a la baja consigo mismo antes de pelear la ronda final con la oposición, incapaz de jugar duro ante el temor de que las consecuencias dañen al país y marquen su legado.
El Partido Republicano ha aprendido que el presidente demócrata acaba cediendo ante la presión, como hizo el miércoles, cuando firmó desde Hawai, cuando era madrugada del jueves en el resto del país, la Ley de Defensa que le impedirá sacar a cualquiera de los 166 presos que quedan en Guantánamo. De acuerdo a ella, Obama tampoco podrá cumplir con su promesa de transferir al Gobierno afgano los presos que quedan bajo custodia estadounidense en otra infame prisión, la de Bagram. El presidente, que había amenazado con vetar esa ley precisamente porque le ata de pies y manos para limpiar la reputación de EE UU, se ha reservado el derecho de sobreseer algunos de sus capítulos si interfieren con sus obligaciones constitucionales de comandante en jefe y de separación de poderes. Lo mismo que dijo el año pasado, sin que recurriera a ello en ningún momento.
Obama ha lamentado no tener capacidad para aceptar o rechazar capítulos específicos de una ley que proporciona al Pentágono 633.000 millones de dólares para su presupuesto, incluyendo sus operaciones en Afganistán y el programa antimisiles. Para el mandatario, todo eso era demasiado importante como para rechazar la ley solo por defender el cierre de Guantánamo o Bagram, algo con lo que contaba el Congreso cuando se la puso en la mesa.
«El presidente Obama ha fallado estrepitosamente en la primera prueba de su segundo mandato incluso antes de que se inaugure», sentenció Anthony Romero, director ejecutivo de la Unión de Libertades Civiles Estadounidense (ACLU, por sus siglas en inglés). La poderosa agrupación le había pedido en un anuncio a toda página publicado en 'The New York Times' tres cosas para este mandato: cerrar Guantánamo, terminar con las deportaciones abusivas, que han batido récords durante su gobierno, y defender el derecho al aborto incluyéndolo en todos los planes sanitarios federales, especialmente el de beneficencia llamado Medicaid.
Un jarro de agua fría
La incapacidad del presidente para hacer buena su amenaza de vetar la ley que permite las detenciones ilegales durante al menos un año ha resultado un jarro de agua fría para esta y otras organizaciones de derechos humanos. Como lo fue para las bases la decisión de hacer permanentes los recortes de impuestos de la era Bush para el 98% de la población, después de haber criticado sus desastrosos efectos durante más de una década.
«No nos lo podemos permitir», explicó Algernon Austin, director de raza, etnicidad y programas económicos del Instituto de Políticas Económicas. «Habría tenido sentido prorrogarlos hasta que la economía se recuperase completamente pero si queremos ayudar a los más desfavorecidos hay que eliminarlos progresivamente». El acuerdo incluye también una reducida tasa de impuestos del 20% para los dividendos y ganancias de capital que reciben los accionistas y exime de impuestos todas las herencias o donaciones familiares de hasta cinco millones de dólares.
Tanta generosidad fiscal aumentará la deuda y por tanto la presión de la oposición conservadora para cortar en programas sociales, que es lo que realmente preocupa a los progresistas. Lo peor está por venir, han concluido. Obama se las ha ingeniado para dilapidar el capital de esperanza que había resucitado durante la campaña antes incluso de empezar su segundo mandato.