Francesc Homs, la mano de hierro de Mas
Integrante del núcleo duro del presidente de la Generalitat es un independentista que ha radicalizado el discurso de Convergencia El nuevo hombre fuerte del Gobierno de Cataluña deberá conducir el proceso hasta la consulta
Actualizado: GuardarHace años Francesc Homs era confundido fuera de Cataluña con otro Francesc Homs, diputado de CiU y consejero de Economía de Jordi Pujol. Algún periódico incluso publicó la fotografía del veterano en informaciones referidas al novel dirigente. Su nombre empezó a ser conocido en el resto de España en 2003, a raíz de la redacción y negociación del Estatut, luego laminado por el Tribunal Constitucional. Quico Homs fue uno de los pilares intelectuales de aquella iniciativa fallida para engordar el autogobierno de Cataluña. Para entonces ya tenía un lugar privilegiado a la vera de Artur Mas.
Ha preferido siempre la sombra y las bambalinas para trabajar. Lo que en política se suele llamar un fontanero. Salió a la luz con el proceso de revisión ideológica de Convergencia Democrática, que pasó del nacionalismo al soberanismo, de la financiación autonómica tradicional al pacto fiscal, del pactismo con Madrid al choque. Detrás de todos aquellos cambios estaba un licenciado en Derecho y con frondosas canas a sus 43 años. Fue con el Estatut cuando no solo adquirió relevancia política sino que se colocó en el centro del escaparate. Pero seguía siendo una figura política para consumo doméstico de Cataluña.
La llegada a la cúspide de la Generalitat de Artur Mas, hace poco más de dos años, supuso el despegue definitivo. No consiguió ser consejero. Se tuvo que conformar con ser secretario general de la Presidencia y portavoz del Ejecutivo, aunque mandaba más que medio Gobierno. La coherencia entre poder y rango institucional llegó el jueves con su nombramiento como 'conseller' de Presidencia y responsable de Asuntos Exteriores, además de portavoz. En la foto oficial aparece a la izquierda del 'president'. Es el número dos, aunque para cuestiones protocolarias tenga por delante a una vicepresidenta.
Ha puesto así colofón a una carrera política -dice que se irá con Mas- que comenzó al entrar en Convergencia en 1993. Aquel año supuso el inicio de una escalada que le ha llevado a participar en todos los órganos de dirección del partido y también de CiU, cuando era una coalición con Unió Democrática y después, cuando la sociedad se convirtió en federación. Antes de ser un profesional de la política compaginó la militancia con el trabajo en una empresa de distribución de alimentos, una entidad financiera, un despacho de abogados y una consultoría, de acuerdo a la biografía que cuelga en el Centro d'Estudis Jordi Pujol.
Miembro del núcleo duro de jóvenes dirigentes que formaron la guardia pretoriana de Mas, el 'pinyol' (el hueso), fue la locomotora del nuevo discurso convergente. Además de Homs, el grupo estaba formado por David Madí, ahora retirado de la política, Germà Gordó, nuevo consejero de Justicia, y Oriol Pujol, secretario general del Convergencia y portavoz en el 'Parlament'. Un cuarteto que tuvo fuerte ascendiente intelectual sobre el hoy presidente de la Generalitat, que antes y durante la travesía del desierto opositor entre 2003 y 2010 encontró rearme político y amistad personal en aquellos jóvenes. El 'pinyol' era mirado con recelo por los nacionalistas de toda la vida de Convergencia, y más aún por los moderados democristianos de Unió Democrática. Unos sentimientos que han dado paso ahora a la reverencia, al menos mientras Mas esté al timón. El día que no esté, el 'pinyol' será historia.
Montoro, «macarra»
Dentro de ese grupo de jóvenes dirigentes, Homs es el que más lejos ha llegado. Hombre fuerte sin discusión del Gobierno, tiene entre sus manos la tarea de pilotar el proceso político que conducirá a la convocatoria del referéndum y de mantener las negociaciones con los socios republicanos de Esquerra, con los que tiene similar longitud de onda, sobre todo con su líder Oriol Junqueras.
Los tratos con la Administración central, sin embargo, los tiene vedados. No tiene 'feeling' ni con el PP ni con el PSOE. Su lenguaje, a veces descarnado, no contribuye a hacer amistades españolas. En junio pasado, sin ir más lejos, llamó «macarra» al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, por supeditar las ayudas financieras a Cataluña al cumplimiento de objetivos de déficit, una condición que rige para todas las comunidades. «Esto lo hace un macarra con tono chulesco, es un abuso de autoridad», tronó el hoy consejero de Presidencia. Luego se disculpó.
En otra ocasión, y desde la tribuna del 'Parlament', comparó a Cataluña con una gallina que pone los huevos en Madrid, desde donde se devuelven a los catalanes menos huevos que los que ha puesto. Una forma muy poco sutil de defender en sede parlamentaria el 'España nos roba' que ha hecho fortuna en muchos sectores de Cataluña.
Estas salidas de pata de banco no están reñidas con su potencial intelectual. En el círculo de Artur Mas se subraya que su preparación jurídica y política es muy sólida. Hace cuatro años puso negro sobre blanco buena parte de su pensamiento en el volumen 'Catalunya a judici', y en 2010 mostró sus cartas soberanistas en el libro 'Dret a decidir. Estació concert'. Es indudable, sin embargo, que va a estar en el ojo del huracán toda la legislatura, y en esa posición las confrontaciones a cara de perro van a ser inevitables, tanto con el Gobierno de Mariano Rajoy como con la oposición en Cataluña. Entonces aflorará más el lenguaje rústico que las florituras florentinas del discurso académico.