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El gran bufé centroafricano

La República situada en el corazón del continente es la presa favorita de todo tipo de expoliadores

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Al presidente centroafricano François Bozizé se le ha aparecido la Virgen, literalmente. El pasado día 12 la noticia de que una vecina del barrio de Ben-Zvi había recibido la visita de la Inmaculada conmocionó a Bangui, la capital. La supuesta manifestación mariana distrajo a la opinión pública del alzamiento armado que tenía lugar entonces al noreste del país, un fenómeno habitual en su torturado medio siglo de independencia. Sin embargo, en esta ocasión, la insólita coordinación entre cinco movimientos guerrilleros los ha llevado en el breve plazo de dos semanas de victoriosa ofensiva hasta la sede del Gobierno, situada en el extremo meridional. El vuelco político parecía inmediato hace tan solo cuarenta y ocho horas.

Pero, una vez más, el jefe del ejecutivo ha sido bendecido por otro milagro. Las fuerzas agrupadas en la coalición Séléka han aceptado una tregua promovida por la Unión Africana y el inicio de conversaciones en Gabón sin solicitar requisitos previos. Además, la Comunidad Económica de Estados de África Occidental ha anunciado el reforzamiento de sus tropas de interposición. La situación permanece en tablas, aunque la mayor parte del territorio aún se halla bajo control de los insurrectos, sentados a la mesa en una posición de indudable ventaja siempre que no surjan fricciones internas.

La crisis ha puesto de actualidad a un país completamente olvidado por los medios de comunicación. Las convulsiones de la República Centroafricana resultan prácticamente desconocidas, a pesar de que su frecuencia las convierte en un mal endémico. Las excentricidades de Jean Bedel Bokassa, el tirano que se autoproclamó emperador, se pierden en el tiempo y nadie recuerda a aquel sujeto que asesinaba estudiantes de secundaria y regalaba diamantes a Valery Giscard D'Estaing. Sin llegar a sus delirantes excesos, el resto de los dirigentes ha seguido el mismo ciclo de ascenso violento, represión de toda disidencia y brusca caída en un clima de generalizada corrupción.

80 grupos étnicos

La inestabilidad centroafricana remite, en último término, a la creación de un Estado artificial, sin salida al mar, que reúne en su seno a nada menos que a ochenta grupos étnicos mal avenidos, controlados por elites en constante pugna por el poder central. La precaria herencia de su pasado colonial francés tampoco ha impulsado la consolidación de una república moderna y el resultado es un país que se encuentra entre los más pobres del planeta, a pesar de sus ricos yacimientos de oro, piedras preciosas y uranio.

Esa postración y los graves problemas internos lo han convertido en un bufé libre para todo tipo de aventureros, vecinos codiciosos y potencias con grandes intereses comerciales. La falta de un Ejército cualificado y de una sociedad civil estructurada han permitido su conversión en la víctima de todos.

El expolio de minerales y ganado y la violencia contra campesinos y pastores han marcado la vida de la república, enclavada en un contexto regional extremadamente frágil y siempre bien surtido de armas. La lista de saqueadores sistemáticos es larga e incluye al propio Bozizé, que llegó al poder tras otra revuelta contra su antecesor Ange-Félix Patassé y se ha mantenido en él mediante la combinación de simulacros democráticos y la represión, pero también a los socios de Séléka, implicados en la calculada devastación de aldeas como arma de intimidación durante una guerra civil que se extendió entre 2004 y 2007.

El deseo de pillaje también ha atraído a conocidos agentes extranjeros de lamentable reputación. Entre ellos, cabe mencionar al ugandés Ejército de Resistencia del Señor de Joseph Kony, el chadiano Fuerzas Populares para la Recuperación de Abdel Kader Baba Laddé o las milicias del ex vicepresidente congoleño Jean Pierre Bemba, que entraron en el país para apoyar al régimen de Patassé y, paralelamente, saquear a la población. Su rapacidad le condujo hasta el Tribunal Internacional de la Haya, donde ha de hacer frente a cargos como instigador de crímenes contra la humanidad. Este Eldorado para delincuentes de toda condición también ha impulsado el surgimiento de los 'zaraguinas', soldados de diversa procedencia reconvertidos en bandidos que asaltan poblados con total impunidad.

En un escenario tan caótico, Francia y Chad se han manifestado como los principales valedores de las sucesivas autoridades, siempre afines a los dictados de uno y otro. La antigua metrópoli mantiene un destacamento en el país, pero se ha desmarcado del acosado régimen alegando una nueva política que rehúye el tradicional intervencionismo, mientras que Yamena todavía confía en el actual gobierno, baza primordial para mantener a resguardo su frontera meridional.

El futuro inmediato de la República Centroafricana permanece confuso. Tras demostrar su incapacidad militar, la permanencia de Bozizé al frente del ejecutivo radica en el apoyo regional que pueda obtener. Las ambiciones de Séléka también constituyen otra incógnita, dada la heterogeneidad de sus miembros y el desconocimiento en torno a sus aliados exteriores. A falta de un tercer milagro sobre Bangui, la opción más probable es que este país prolongue su deriva y siga proporcionando barra libre a todo tipo de depredadores, con o sin avales políticos.