La pequeña Miriam murió de varios golpes en la cabeza
El asesino y compañero de su madre, Jonathan Mayo, metió su cuerpo en una bolsa con piedras y lo tiró a la balsa de riego
Actualizado: GuardarJonathan Moya se desplomó en comisaría tras cuatro horas de interrogatorio y confesó que golpeó a la niña en la cabeza hasta matarla poco después de secuestrarla. Después introdujo el cadáver de la pequeña, hija de la mujer con la que acababa de iniciar una relación, en una bolsa con piedras, para evitar que saliera a flote, y la arrojó a una balsa de riego ubicada en la localidad almeriense de Abrucena, a 500 metros del cortijo en el que fue detenido el pasado jueves. Es el macabro relato del brutal asesinato de Miriam, de 16 meses, que ha elaborado la Policía con los primeros datos de la autopsia y la confesión que hizo el detenido, de 25 años, un exrecluso con múltiples antecedentes por robo y estafa. El individuo secuestró a la niña ocho días antes de aparecer su cadáver, después de mantener una fuerte discusión con la madre. Más de una semana de angustiosa búsqueda que ha acabado en tragedia.
Los investigadores trataban ayer de precisar en qué momento murió el bebé. El detenido confesó que mató a la niña a las pocas horas después de llevársela tras engañar a su madre, aunque será la autopsia la que determine el momento exacto del fallecimiento. Lo que una primera inspección ocular del cuerpo del bebé no dejaba lugar a dudas es que la niña murió de forma violenta: presentaba varios golpes en la cabeza. Durante toda la jornada, la Policía inspeccionó de nuevo la balsa de riego en la que fue hallado el cadáver en la noche del jueves para buscar nuevas evidencias y rastros.
Los agentes encargados del caso trabajaban también para determinar el móvil del crimen aunque todo apunta a que se trata de una macabra venganza contra la madre, Gema Cuerda, con la que el detenido acababa de iniciar una relación sentimental. La mujer es vecina de la localidad onubense de La Palma del Condado y conoció a Moya a través de una página web de contactos. Habían quedado solo en un par de ocasiones -él fue primero a visitarla a Huelva y se ganó su confianza y la de su familia- y, por primer vez, la joven decidió trasladarse a Almería para pasar unos días con el acusado.
El pasado 20 de diciembre, los dos viajaban en un vehículo en compañía del bebé en una carretera comarcal, a 30 kilómetros de la finca Torre de Marfil, propiedad de la familia del homicida, ubicada en el Camino Real de Abrucena. El joven fingió un fallo en el motor y pidió a la madre que bajara del turismo para empujar. Moya aprovechó el momento y se dio a la fuga con la niña, según relató la propia mujer a los vecinos que le ayudaron y la condujeron hasta un restaurante desde donde telefoneó a la Guardia Civil.
Juan, un rejoneador
La madre explicó que el individuo se había llevado a la niña tras mantener «una fuerte discusión» con él. La joven, de 33 años y madre de otros tres hijos, no sabía ni siquiera el verdadero nombre del homicida. Jonathan se había hecho pasar Juan, un rejoneador que asistía a corridas benéficas, cuando en realidad es un exconvicto que se gana la vida vendiendo en mercadillos.
A partir de ese momento más de un centenar de agentes con apoyo de medios áereos y terrestres trataron de dar con el paradero de la menor. El sospechoso, según los primeros indicios, permaneció oculto en la finca, escenario donde numerosos vecinos habían afirmado verlo días antes de que se produjera el secuestro y donde tanto vecinos como curiosos o periodistas han paseado durante estos días en busca de alguna pista.
Jonathan logró sortear a los agentes durante ocho días y lo hizo cambiando su escondite. La Policía analizó las huellas del vehículo abandonado a escasos metros de la ermita situada dentro de la finca y encontró pañales y leche del bebé en el cortijo de sus padres por lo que intensificó el cerco en la zona. Poco después de las cuatro de la tarde del jueves, el joven fue detenido.
En un primer momento, el secuestrador trató de engañar a los agentes que le interrogaron. Aseguró que había entregado la niña a otra persona; pero finalmente, a las ocho de la noche, se vino abajo y confesó su crimen. Dos horas después, miembros del Grupo de Actividades Subacuáticas hallaban el cuerpo en la balsa. Tras la confesión, la Policía arrestó a un amigo del secuestrador, Raúl R. F., de 25 años y vecino de Fiñana, acusado de haberle ayudado.
La madre de la bebé se enteraba de la tragedia a los pocos minutos de que se extrajera el cuerpo sin vida de la pequeña de la charca. Estaba en la comandancia de la Guardia Civil, a donde fue trasladada en un vehículo policial desde un piso de acogida. Después de ocho días de angustía, descubría el final más terrorífico que nunca pudo imaginar. «Miriam se ha reunido con los incocentes, con todas aquellos que sufren la maldad de un hombre», se lamentaba una tía de la pequeña.