El exlehendakari Patxi López felicita a Iñigo Urkullu. :: IOSU ONANDIA
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Urkullu se presenta como el lehendakari de los acuerdos

El nuevo jefe del Ejecutivo vasco insiste en pedir la colaboración de «todos» al ser designado solo con los 27 votos del PNV

BILBAO. Actualizado: Guardar
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Eran las 10.23 de la mañana cuando Iñigo Urkullu Renteria (Alonsotegi, 1961) se convertía en el quinto lehendakari de la democracia, gracias al único apoyo de los 27 escaños de su partido, el PNV, que escenificó así su regreso al más alto bastión de poder institucional en Euskadi tras el paréntesis de tres años y medio de oposición al Gobierno socialista.

«Queda designado lehendakari», proclamó, en euskera, la presidenta del Parlamento vasco, Bakartxo Tejeria, con una amplia sonrisa. El aludido, contenido como siempre pero sin poder disimular la emoción, se encaminó a la tribuna, donde volvió a empeñar su palabra, como suele hacer en las ocasiones solemnes, en labrar consensos que le permitan lograr los objetivos con los que arranca su mandato en minoría. «Doy mi palabra: daré lo mejor de mí para conseguir acuerdos, para que toda la ciudadanía perciba que los políticos trabajamos para dar servicio a la sociedad. Ese es mi compromiso y el compromiso de quienes constituirán mi Gobierno», prometió.

Toda una declaración de intenciones que rubrica y complementa el discurso de investidura de guante blanco y mano tendida a la oposición que desgranó Urkullu el miércoles en la cámara, una primera intervención en la que evitó demasiadas concreciones sobre sus intenciones futuras para no cerrarse puertas ni herir susceptibilidades. Es más, reclamó abiertamente un pacto presupuestario al PSE, celebró que el PP participe en los consensos y confió en que se siga implicando en los asuntos del país y evitó una confrontación abierta con Bildu pese a competir en el mismo terreno, el nacionalista.

'Vuelta al ruedo'

Ayer, dio la sensación de que pretendía repetir la misma impronta, remacharla con su breve discurso de aceptación del cargo y envolver esa invitación expresa al entendimiento en el celofán de lo simbólico y lo gestual. De esa forma puede entenderse la inédita 'vuelta al ruedo' parlamentario del ya lehendakari, que tras ser designado recorrió los escaños de los grupos de la oposición para saludar expresamente a sus portavoces -Antonio Basagoiti (PP), Gorka Maneiro (UPyD) y Laura Mintegi (EHBildu), por este orden; el lehendakari López, en un gesto clásico del predecesor, le había felicitado el primero- en lugar de esperar a que fueran ellos quienes se acercasen a mostrarle sus parabienes. En un político metódico, reflexivo y acostumbrado a meditar cada paso como es Urkullu, resulta significativo ese primer gesto que parece querer crear el clima necesario para ir tendiendo puentes con el resto de grupos parlamentarios, una tarea que al nuevo lehendakari se le antoja no ya aconsejable sino absolutamente imprescindible para la gobernabilidad. No en vano, se convirtió en jefe del Ejecutivo, a la espera de jurar su cargo el sábado en Guernica, con el más exiguo respaldo de la democracia. Así quedó reflejado en la votación micrófono en mano que arrancó, quizás como una premonición, el propio Urkullu al salir la bola con su nombre en el sorteo reglamentario. Solo los parlamentarios del PNV pronunciaron su nombre. Los 21 representantes de EH Bildu votaron a su candidata, Laura Mintegi, y socialistas, populares y UPyD, que suman otros 27 parlamentarios, se abstuvieron.

El resultado, un Parlamento fragmentado en cuatro grandes bloques que, obviamente, necesitará de buenas dosis de consenso para avanzar, como primer gran reto, en la aprobación de los Presupuestos para 2013 y más adelante no solo en la producción legislativa ordinaria, sino también en grandes temas que se dirimirán en distintos órganos creados a tal efecto en la Cámara, como la consolidación de la paz en Euskadi y el nuevo estatus de autogobierno, que contarán con sendas ponencias.

Plenamente consciente de ello, el lehendakari, que confesó estar «totalmente emocionado» y «muy agradecido» por su investidura, quiso, igual que el miércoles, hacer calar la idea de corresponsabilidad y coliderazgo de los distintos grupos parlamentarios en la tarea de sacar adelante a Euskadi en un momento de «emergencia nacional», al margen de que sean él y su partido quienes lleven las riendas del Gobierno.