Sociedad

Artista universal y humanista

El genio que renunció al ángulo recto deja un legado de sueños en el millar de innovadores proyectos firmados durante setenta años Brasil despide a Óscar Niemeyer, el refundador de la arquitectura moderna

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En la misma Brasilia que soñó y alzó de la nada hace más de medio siglo recibía Óscar Niemeyer el homenaje oficial de su país y el sentido adiós del pueblo brasileño a un «artista universal» y un «gran humanista». Los restos del genial arquitecto, un mago de las formas, un gran poeta de las curvas que revolucionó y refundó su oficio renunciando al ángulo recto, casando libertad, osadía y sensualidad, estuvieron apenas unas horas en la capital de su gigantesco país.

Tras ser velados en el Palacio de Planalto, sede de la presidencia brasileña que él mismo diseñó, el féretro con sus restos regresó a Río de Janeiro, su ciudad natal, en la que murió a diez días de cumplir 105 años y donde recibió el calor popular y el íntimo adiós de los suyos. La desaparición de Niemeyer deja sin dueño el cetro de la arquitectura mundial que a lo largo de 70 años empuñó este comunista convencido, para quien «vivir era mucho más importante que construir». Su empeño fue mejorar el mundo diseñando edificios singulares, como demuestra un legado de curvas y sueños sustanciados en casi un millar de proyectos repartidos por todo el mundo. Quería Niemeyer que sus edificios «cambiaran el mundo». «Que tengan sentido social, que sean útiles», era su máxima.

A lo largo de 70 años la obra de Niemeyer se ha desarrollado como una feliz y sostenida batalla contra la línea inflexible y el ángulo recto. Fascinado por las formas más sinuosas, se empeñó en trasladar a sus proyectos la morfología más común en el universo y la naturaleza. La portentosa vitalidad brasileña, la magia salvaje de sus ríos, playas y montañas y las formas del cuerpo femenino están en unos diseños que reflejan esa sensualidad que la naturaleza derrocha. «Supo capturar la esencia de Brasil con su arquitectura.

Sus edificios destilan «los colores, la luz y la imagen sensual de su país natal», subrayó el jurado del Pritzker que le otorgó en 1988 el premio considerado el Nobel de la arquitectura.

Además de revolucionar la morfología arquitectónica, innovó y halló nuevos y revolucionarios métodos constructivos. Discípulo temprano de Le Corbusier, encontró un aliado perfecto el hormigón armado para practicar el 'menos es más' de Mies van de Rohe sin rendirse a la tiranía ángulo recto.

Natural

Fue más allá de los logros de geniales colegas que antes que él se inspiraron en la naturaleza, como Gaudí o Félix Candela, desbrozando el camino que haría posibles los desafíos formales de Frank Gehry, Richard Rodgers o un Norman Foster que despedía al «maestro» «profundamente entristecido» y con el «máximo respeto». El genio británico, que recibió como Niemeyer el premio Pritzker, lo reconocía como «fuente de inspiración para mí y para generaciones de arquitectos». Lo recordó Foster como genio del oficio «dotado de inusual energía y creatividad».

«Me dijo que la arquitectura es importante, pero que la vida lo es más», recordó el colega y discípulo, que ve en la obra de Niemeyer «una fuente de deleite e inspiración para muchas generaciones venideras». La Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) le rindió tributo como «artista universal e inmenso humanista». Irina Bokova, directora general de la Unesco, lo definió como el «fundador de la arquitectura moderna» y «un ferviente defensor de la humanidad, convencido de que la arquitectura, antes de ser una de las bellas artes, debía contribuir a mejorar la vida en la ciudad».

Elogió Bokova la voluntad de «encarnar valores de inclusión, solidaridad y cooperación» del arquitecto que diseñó la sede de la ONU en Nueva York, el sambódromo de Rio, el edificio Copán de Sao Paulo o el barrio de Pampulha en Belo Horizonte.

Un avión de la Presidencia brasileña trasladó el cadáver de Niemeyer desde el aeropuerto Santos Dumont de Río a Brasilia. Fue la presidenta del país, Dilma Rousseff, quien quiso que se despidiera al arquitecto en el corazón de su legado y encabezó las honras fúnebres oficiales. Tras una breve apertura al público de la capilla ardiente, apenas cuatro horas, el cadáver de Niemeyer fue trasladado de nuevo a Río de Janeiro.

Allí se celebró un velatorio privado en el Palacio da Cidade, cedido por la alcaldía de la ciudad para la intima despedida a uno de sus hijos más ilustres. Los restos de Niemeyer recibirán sepultura el viernes en cementerio de Sao Joao Batista, en el barrio de Botafogo, muy cerca de donde este brasileño universal nació el 15 de diciembre de 1907 y del hospital donde falleció el miércoles.