Ana Catalán es una de las afectadas. | C. CHERBUY
DESAHUCIOS FORZOSOS

Los que pagan los errores y olvidos

San Fernando Actualizado: Guardar
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El que no llora no mama. Ana Bouzo es una prueba de ello. Y no por sus lágrimas, que también las ha derramado, sino porque ante la desesperación de su situación, lo que hizo fue no cesar de reclamar ante las administraciones una solución a sus problemas. Al fin Izquierda Unida la ha escuchado tras llegar a la Junta y ha comenzado por hacer lo que se debería haber hecho hace año y medio.

Tal y como adelantó ayer LA VOZ, Cinco familias de La Ardila fueron entonces desalojadas y hasta hoy nadie les ha dicho cuándo podrán volver, ni siquiera cuál es el problema del edificio ni la gravedad. Tan solo que hay riesgo de derrumbe y tenían que dejar sus casas. Esto obligó a Ana, que hacía frente a una hipoteca, a tener que irse de alquiler y afrontar las dos cuotas. Demasiado, prefirió pagar el alquiler y atrasar la hipoteca. «Ahora debo el doble por los intereses y yo quiero pagar aunque cada mes abone dos recibos. Pero quieren el importe total o seguirán sumando intereses». Por ello, teme perder la casa.

Hay inquilinos que incluso comenzaron hace poco tiempo a arreglar por su cuenta la vivienda. Ahora han parado a la espera de que la Junta traiga una solución. «A mí me pagaba el alquiler mi hijo y falleció hace unas semanas. Ya no puedo pagar y cuando el propietario me eche, antes de dormir en la calle vuelvo a mi casa. No me importa la situación en la que se encuentra ni tengo miedo, lo que quiero es un techo en el que vivir», afirma Encarna Rodríguez, otra propietaria.

«Me dijo el Ayuntamiento que me daba la mitad del alquiler de otra vivienda. Nunca sucedió. Tan solo una parte y en febrero se acabó. Este año no hay Reyes para nadie. Tengo que pagar una casa que no es mía porque no me dejan entrar en la mía», expone Ana Catalán, otra de las afectadas y que ante lo ocurrido recibe las nuevas noticias conteniendo la ilusión para no llevarse otro «varapalo».

Algunos encontraron refugio con familiares. Es el caso de Carmen Molina, que ahora vive angustiada la situación de una hija a punto de perder también su casa. «A ver qué hago porque si tuviera mi casa la metía como pudiera pero estoy en casa de un familiar y allí ya no se cabe. Lo único que quiero es tener mi casa porque además estoy pagando una reforma del cuarto de baño que al final no se hizo». Fue esta obra la que destapó los problemas del edificio, problemas que luego nadie se preocupó no ya de arreglar, sino de determinar. Se apuntó a la aluminosis y así se quedó.