Un momento de la película 'Asterix y Oblelix, al servicio de su majestad' que se estrena el día 30 de noviembre. :: R. C.
Sociedad

¡Por Tutatis! Este jabalí está hervido

Los banquetes romanos o dónde se degustaba el mejor jamón son claves que se descubren en los cómics de Astérix y Obélix La pareja de galos más famosa se convierte en la anfitriona perfecta para un tour gastronómico

MADRID. Actualizado: Guardar
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Ostras y vino de Burdigala, jamón de Lutecia, ensalada de Nicaea, ciruelas pasas en Aginum. Esto, que parece la lista de la compra de un sibarita, no es más que parte de un tour gastronómico protagonizado por la pareja de galos más famosa del mundo. Dos irreductibles guerreros que, a base de resistir los embates del Imperio Romano, han viajado por medio mundo prestando su ayuda a otros pueblos.

Uno de ellos, los bretones, son los culpables del viaje de Astérix y Obélix a Bretaña, aventura que en parte centra su nueva película, 'Al servicio de su majestad', que el próximo viernes día 30 se estrena en los cines. Un viaje que es toda una pesadilla para el bueno de Obélix, que pocas veces lo ha pasado peor, culinariamente hablando. Claro que es comprensible cuando en lugar de un rico jabalí asado le sirven a uno ¡solo una ración de este animal cocido en salsa de menta!

Sin embargo, ese plato que espanta al enorme galo tuvo una excelente aceptación en su época, sobre todo en su versión romana. Marco Gavio Apicio da buena cuenta de ello en 'De Re Coquinaria', un completo tratado de cocina de la Roma Imperial en la que se lee la siguiente receta: «Hervir 1 kg de carne de jabalí en agua de mar y hojas de laurel. Escurrir la carne aún un poco dura y tirar el agua de cocción. Moler pimienta, aligustre, comino silfio, piñones, caryota y mostaza en grano. Mezclar con vinagre, salsa de soja, liquamen y aceite. Poner la carne cocida en una cacerola, cubrir con la salsa y dejar a fuego suave durante 15 minutos sin dejar que hierva».

No quiere decir esto que en Roma se menospreciara el jabalí asado, de hecho era un plato reservado a la elite -en 'Astérix Gladiador' vemos que lo sirven por raciones en el cuidado 'Restaurante Galo'-. De hecho, Petronio señala su importancia situando este manjar en el famoso banquete que el rico Trimalción ofrece a sus invitados en 'El Satiricón', donde se detalla que se sirve con dátiles de Siria y de la Tebaida y rodeado de jabatos de pasta cocida que simulan que están mamando de las ubres de su madre. También Horacio certifica un menú similar, la cena de Nasidieno, donde se agasaja a los comensales con un jabalí de Lucania rodeado de rábanos, lechugas y otras hortalizas para estimular la pereza de los estómagos relajados.

A la vista está por qué frente a este suculento mamífero queda el pescado -casi siempre pasado en la tienda de Ordenalfabétix- relegado a ser usado como proyectil. De hecho, una de las pocas veces que Obélix lo come es casi por obligación: en la trayectoria marítima de 'Astérix en Hispania' lo toman fresco y asado por la imposibilidad de llevar una reserva de jabalí al ser una carga demasiado pesada.

Curioso es comprobar que en el tratado de Apicio hay recetas de pescado que no llevan pescado, sino hígados de liebre, cabrito, cordero o pollo machacados, eso sí, puestos en un molde con forma de pez.

Pero hasta el bueno de Obélix pudo renunciar a comer jabalí, tal y como Uderzo y Goscinny muestran en 'Astérix en los Juegos Olímpicos'. Todo un milagro protagonizado por los griegos y los platillos que les sirven en un restaurante local que incluye en su menú: souvlaki (pinchos de carne asada), pan, sandía, olivas, hojas de parra rellenas, brochetas, vino de Aquitania. Todo muy del gusto de los paladares galos.

Alababa Estrabón los «magníficos jamones» que preparaban los cerretanos. Piezas bien curadas, junto a ristras de chorizo, cuelgan del techo de la taberna 'El turista satisfecho' ('Astérix en Hispania'), en la que los galos devoran una buena carne asada regada con vino aromatizado con miel, ya que los íberos eran grandes productores de este endulzante.

Es curioso comprobar cómo, en ese mismo instante y en la misma taberna, el oficial Nompassumus se dispone a degustar en otra mesa un sabroso pollo. Enfadado por otro motivo, el romano apartará la fuente donde se lo han servido alegando ante sus compañeros que la comida hispana quita el hambre a los romanos (y así era en muchas ocasiones porque se abusaba del aceite).

Problemas en Hispania

Apiano de Alejandría documenta en 'Ibérica' (en el episodio de la guerra contra los vacceos) los problemas que los romanos tuvieron con la comida durante sus incursiones en Hispania: «(Los romanos) al comer trigo, cebada, gran cantidad de carne de venado y de liebre cocida y sin salar, enfermaban del vientre y muchos incluso morían».

El mismo historiador atestigua también que lo que en las aventuras de Astérix se narra de Sevilla es cierto. De hecho, sobre los banquetes en esta ciudad explica que ningún otro pueblo siente tanta pasión por estos y por la diversión, que todos los habitantes ofrecen a sus huéspedes «ágapes elaborados» y que son «hospitalarios y amistosos».

Curioso resulta ver que el plato del día que se ofrece en la taberna andaluza donde llegan los galos se compone de «salchichas, coles y tocino, con cerveza». Probablemente esto tenga mucho que ver con la cantidad de suevos que se trasladó al sur de la Península entre los años 406 y 409 d.C. Todo un paraíso para los pueblos germánicos, de los que Apiano asegura que eran glotones y muy aficionados a la bebida, porque «en su país solo hay cereales».

En 34 álbumes de aventuras no faltan caricaturas de 'cocinillas' -como el íbero empeñado en comentar lo que se necesita para que una paella salga bien-, regímenes a base de verdura hervida como el que se ve obligado a seguir Abraracúrcix o platos exóticos como el camello asado, «tan bueno como el dromedario pero llena más porque tiene dos jorobas».

Toda una celebración de la glotonería que tiene su culmen en esos banquetes con los que se cierra cada aventura de Astérix y Obélix y de la que se pueden obtener más pistas en 'Los viajes de Astérix', de René Van Royen y Sunnyva Van Der Vegt (Beta Editorial).