Una mujer carga sus pertenencias en un campo de refugiados a las afueras de Goma. :: PHIL MOORE / AFP
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Los rebeldes congoleños sitian Goma

Kinshasha rechaza el ultimátum del desertor 'Terminator', cuya milicia amenaza con arrasar la ciudad fronteriza con Ruanda

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El pasado fin de semana no resultó especialmente festivo en Goma, la capital de la provincia congoleña de Kivu Norte. El viernes, sus más de 400.000 habitantes se despertaron con el estruendo causado por la artillería pesada que los rebeldes del M23 han desplegado en las inmediaciones. Las explosiones se prolongaron durante el sábado y fueron sustituidas el domingo por el eco del cercano tiroteo en su aeropuerto, a solo dos kilómetros del perímetro urbano.

«Después de horas de una extraña calma, al mediodía hemos comenzado a escuchar morterazos, pero ahora muy cercanos y con continuidad», explicaba ayer Begoña M., una cooperante española que permanece en el interior de la población. «Existe la impresión de que el ultimátum de los guerrilleros ha expirado y que se han reanudado los combates».

El efímero alto el fuego parece haber coincidido con el plazo de 24 horas impuesto por los sitiadores para llegar a un acuerdo con el Gobierno central. Pero sus exigencias -la desmilitarización de la ciudad y el establecimiento de negociaciones directas- han sido públicamente rechazadas por Kinshasa arguyendo que, en el caso de dialogar, lo haría con la vecina Ruanda, a la que acusa de apoyar a la insurgencia. Según los medios de comunicación, este respaldo explica que la ofensiva iniciada hace una semana haya llegado hasta la ciudad más importante en el este de la República Democrática de Congo. La deserción del comandante Bosco Ntaganda, alias 'Terminator', se halla en el germen de esta crisis, iniciada hace ocho meses. Su partida, motivada por el temor a ser enviado al Tribunal Internacional de La Haya, atrajo la de sus numerosos partidarios y la constitución de una milicia bien pertrechada que se ha hecho con el control de un territorio limítrofe con la frontera ugandesa. Su expansión ya llegó hasta los alrededores de Goma en julio, pero la amenaza no había alcanzado las dimensiones de esta crisis, la más grave desde el fin del conflicto armado en 2009. Medio millón de personas ha abandonado sus hogares por el recrudecimiento de los choques.

Cuando las detonaciones proliferaron, los soldados congoleños del destacamento local optaron por despojarse de sus uniformes y huir en coches y motocicletas rapiñadas. También las decenas de miles de desplazados de los campos de acogida cercanos a la ciudad han iniciado un nuevo éxodo. «No se quejan, están más que resignados», señala Begoña.

Intervención de la ONU

La cooperante, que trabaja para una ONG de ayuda humanitaria, permanece en contacto con la Monusco, la misión de Naciones Unidas que, en teoría, protege a la población civil. La gravedad de la situación obligó a que abandonara su habitual inoperancia y respondiera con el lanzamiento de cohetes contra las trincheras rebeldes. Los cascos azules no habían solicitado aún ayer la evacuación del abundante personal extranjero que trabaja en Goma, donde se podía observar el paso de tanques de la ONU y del Ejército congoleño, que ha enviado nuevas tropas por barco a través del lago Kivu. El temor a la entrada de los guerrilleros, de etnia tutsi, se incrementa con la certeza de que cuentan con numerosos partidarios en el interior de una ciudad, donde proliferan las armas y los ánimos de desquite.

Mientras tanto, otros colaboradores españoles que trabajan en el interior de la provincia temen que las guerrillas rivales del M23 se venguen destruyendo los poblados tutsis. «La situación es muy complicada. La población está aterrada y permanece encerrada en sus casas», indica Begoña. «Tan solo me gustaría que los medios de Occidente se hagan eco de este drama; que, al menos, le dediquen un ápice de lo que otorgan al de la Franja de Gaza».