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Los siete magníficos de la nueva cúpula del poder chino
El Comité Permanente del Politburó del PCCh elimina dos miembros y Hu Jintao pasa la batuta del Ejército a Xi Jinping
SHANGHÁI. Actualizado: Guardar7, 5, 3, 1, 2, 4, 6. La primera pista del día llegó a través de las marcas numeradas situadas en la tarima del Gran Palacio del Pueblo. Los periodistas buscaban ayer, ansiosos, cualquier indicio sobre cómo iba a quedar el selecto grupo de dirigentes que componen ya el nuevo Comité Permanente del Politburó del Partido Comunista de China (PCCh). Después de unos minutos de desconcierto por la tardanza en aparecer, que sirvieron para crear en Twitter un curioso 'hastag' bajo el que se lanzaron todo tipo de suposiciones irónicas, se confirmó que la cúpula del poder chino está compuesta por siete hombres, una vez más no hay ninguna mujer, y no nueve como hasta ahora.
Curiosamente, todos tienen un nombre compuesto por tres ideogramas chinos. Solo dos, Xi Jinping y Li Keqiang -llamados a ser presidente y primer ministro-, tienen menos de 65 años. Y solo uno, Wang Qishang, se atrevió ayer a llevar una corbata que no fuese roja. Mucha homogeneidad para el grupo de los más poderosos de la segunda potencia económica mundial, que cierra sin sorpresas ni sobresaltos el 18 congreso nacional del PCCh, uno de los más importantes de su historia.
Tal y como estaba previsto, Xi fue elegido secretario general del Partido. Sucede a Hu Jintao, que ayer también renunció a la presidencia del Comité Militar Central, el mando civil del Ejército. Así, el actual presidente del Gobierno chino se retirará por completo de la política en marzo. Y, de momento, en su primera aparición como secretario general del PCCh, Xi ya ha dejado claro que imprimirá un estilo diferente y más cercano. En su discurso de ayer, en el que introdujo a los otros seis miembros del Comité Permanente, sonrió a menudo, se mostró relajado, e incluso se dirigió a los periodistas que cubrían el acto. «Nuestro Partido está para servir al pueblo», indicó. «Y tenemos que luchar por mejorar la vida de la gente».
Sin mencionar una sola vez a su predecesor, y con mucha menos retórica de la habitual, Xi alabó los avances logrados bajo la batuta del Partido y siguiendo la senda del 'socialismo con características chinas'. «Tenemos razones para sentirnos orgullosos», aseguró. «Pero no somos complacientes y no nos dormiremos en los laureles. En las condiciones actuales -quizá en referencia a la situación económica global-, el Partido se enfrenta a retos muy importantes. Y tenemos que dar respuesta también a los problemas dentro del propio Partido -seguramente el escándalo de Bo Xilai ha estado muy presente durante el congreso-, particularmente la corrupción, el divorcio que nos separa del pueblo, y el exceso de formalidades y de burocracia». En las últimas palabras de su discurso, Xi lanzó un mensaje más internacional. «Lo mismo que China necesita saber más del mundo, el mundo necesita saber más sobre China». No en vano, la superpotencia que dirigirá está llamada a superar en poder económico a Estados Unidos en 2016.
En cualquier caso, no se esperan grandes cambios en el próximo Ejecutivo. Porque la mayoría de los siete magníficos del Comité Permanente del Politburó pertenecen al ala conservadora. De hecho, cinco son aliados de Jiang Zemin, el expresidente, que, a sus 86 años, todavía mueve muchos hilos en los pasillos del poder chino. Eso ha provocado la decepción de quienes apostaban por mayores reformas políticas, que podrían haber llegado de líderes más audaces y abiertos como el secretario general del PCCh en la provincia de Guangdong, Wang Yang, o el responsable de la propia organización del Partido, Li Yuanchiao. Estaban en las quinielas, pero ninguno de los dos ha accedido al grupo de los más poderosos. Así, solo un 27% de quienes participaron ayer en la encuesta realizada por la edición digital del diario de Hong Kong 'South China Morning post' creen que el nuevo Comité Central llevará cambios políticos a China.
El bochorno de Bo Xilai
El 56% asegura que no se fija en los conservadores que sí se encuentran entre los líderes comunistas de esta quinta generación que nace ahora: Zhang Dejiang, un economista formado en la vecina y aliada Corea del Norte, que ha tenido que lidiar con el bochorno de Bo Xilai en Chongqing; Yu Zhengsheng, ex secretario general del PCCh en Shanghái, la ciudad más pujante del país; Liu Yunshan, responsable del aparato de propaganda y ferviente defensor de la censura en la Red; Wang Qishang, experto en política económica y financiera, y autor de la reforma bancaria que, en 1998 y tras la crisis asiática, saneó el sistema; y Zhang Gaoli, gobernador de la municipalidad de Tianjin, uno de los principales centros industriales en los que se concentran empresas de alto valor añadido.
Curiosamente, los más reformistas parecen ser los que van a copar los puestos más altos. El príncipe Xi Jinping, hijo de uno de los ideólogos del Partido, y Li Keqiang, que ha escalado hasta los peldaños más altos del poder desde la base, son partidarios de continuar con las reformas y con la apertura al mundo de forma que se reduzcan las grandes diferencias sociales, un inesperado daño colateral de tres décadas de impresionante crecimiento económico. No obstante, habrá que esperar hasta marzo, cuando se nombrará el nuevo Ejecutivo, para atisbar si China tomará un rumbo diferente al marcado por el gabinete gris de Hu.