La nueva guerra de Estados Unidos se queda huérfana
Washington necesita un nuevo director de orquesta para su 'lucha contra el terror' tras la dimisión de Petraeus y la investigación de Allen
Actualizado: GuardarLos héroes de Irak y Afganistán han bajado del pedestal mediático en el que se encontraban. Cuando Estados Unidos estaba a punto de pasar página en ambas guerras, los correos electrónicos intercambiados entre el general David Petraeus y su biógrafa y amante, Paula Broadwell, han hundido al conocido como «héroe de Irak». El caso se destapó gracias a la denuncia de una segunda mujer, Jill Kelley, que acusó a Broadwell de ciberacoso. Mientras el FBI investigaba el asunto se percató de que otro general de cuatro estrellas, John Allen, actual comandante de la OTAN en Afganistán, también mantenía una cibercorrespondencia «inapropiada», según el Pentágono, con Kelley.
En solo 72 horas, Estados Unidos ponía en tela de juicio la moralidad de dos de las figuras encargadas de liderar la 'guerra contra el terror' lanzada por George W. Bush después de los ataques del 11-S. Poco importan las 4.486 bajas estadounidenses en Irak o las 2.154 que ha sufrido hasta el momento el país en suelo afgano, según la página icasualties.org. Muchísimo menos cuentan los civiles caídos. Lo que la opinión pública norteamericana ansía conocer ahora son los detalles más escabrosos de este intercambio de mensajes que está todavía en pleno proceso de investigación por agentes federales.
Este lío de faldas vuelve a unir los destinos de dos militares que han trabajado codo con codo en la última década y que tenían en sus manos el diseño de la guerra del futuro. Petraeus (Nueva York, 1952) y Allen (Virginia, 1953) fueron protagonistas en Irak del cambio de rumbo en la estrategia para hacer frente a la violencia sectaria que asolaba al país árabe en 2007.
Ambos pusieron en marcha la doctrina del 'surge', por la que Estados Unidos pagó a las principales milicias suníes para que dejaran de luchar del lado de Al-Qaida y se convirtieran en paramilitares a las órdenes del Gobierno central. Un año después de la entrada en vigor de su plan, la violencia se redujo en un 60% y se empezó a hablar de retirada de las fuerzas de combate americanas. Una solución cortoplacista que con el paso de los meses se ha visto que sirvió para maquillar las estadísticas, pero que no cerró la herida entre confesiones que había abierto la invasión.
Arriar la bandera
Petraeus aplicó de nuevo el manual del 'surge' en la campaña afgana, y después de un año cedió el testigo a Allen al frente de las fuerzas de EE UU y la OTAN. Pero aquí ni las estadísticas les han respetado, pese al intento de comprar a insurgentes y enrolarles en la nueva Policía local (ALP, por sus siglas en inglés).
La etapa de Allen en Afganistán incluye episodios tan tristes como los vídeos de soldados orinando encima de cadáveres de talibanes o quemas de coranes y otros textos religiosos, sin olvidar la oleada de ataques a efectivos occidentales por parte de militares o policías afganos a los que entrenaban para encargarse en el futuro de la seguridad del país.
El general Allen lideró la primera parte del repliegue estadounidense y su recientemente confirmado sucesor, el general Joseph Dunford, será el encargado de arriar la bandera. Marine de 57 años, Dunford es también veterano de la guerra de Irak, y de momento no aparece en los papeles investigados por el FBI.
Petraeus colgó el uniforme en el verano de 2011 después de 37 años de servicio para dedicarse a dirigir la Agencia Central de Inteligencia, una organización que desde su llegada ha pasado a tener un rol fundamental en el frente 'Af-Pak' porque es la encargada de gestionar el programa de los aviones no tripulados. Durante su mandato al frente de la CIA, EE UU ha aumentado el número de ataques con drones y los ha extendido a Yemen, donde ha logrado acabar con la vida de importantes cabecillas de Al-Qaida en la Península Arábiga (AQPA). Una guerra que tendrá que buscar un nuevo director de orquesta.