El PP echa el resto para convertirse en la segunda fuerza en Cataluña
CiU rebaja el listón electoral y se conforma con aumentar las distancias con el resto de los partidos
BARCELONA. Actualizado: GuardarEl PP se ha tomado muy en serio las elecciones catalanas, consciente de que pueden ser decisivas no solo para determinar unas nuevas relaciones entre Cataluña y España, sino porque pueden marcar la tendencia del mapa político español en los próximos años. Además, porque por primera vez el PP puede abandonar su posición marginal en Cataluña y convertirse en la segunda fuerza del Parlament, un objetivo no hace mucho impensable y que a día de hoy acaricia con los dedos.
Por ello, el PP se ha volcado desde el primer día en la campaña catalana con una presencia masiva de sus dirigentes más relevantes que se han erigido como los únicos defensores de la unidad de España y los únicos que pueden frenar el avance del soberanismo. El desembarco que realizaron ayer cinco de los líderes más significativos del partido, Soraya Sáenz de Santamaría, María Dolores de Cospedal, José Manuel García-Margallo, Esperanza Aguirre y Javier Arenas, dando continuidad a la doble visita de Mariano Rajoy en el arranque, es una buena muestra de que el partido gubernamental pretende echar el resto en las elecciones del 25 de noviembre con un ataque sin tregua al proyecto soberanista de Mas. Lo hizo, eso sí, con un doble discurso: el que transmitió la vicepresidenta, apelando al votante conservador de tinte más moderado, y los más contundentes, protagonizados una vez más por el ministro de Exteriores o la secretaria general del partido.
«No es la solución»
Soraya Sáenz de Santamaría afirmó que la «ruptura no es nunca una solución», aunque también hizo una llamada al acuerdo y al consenso: «Lo que debemos hacer es aunar esfuerzos, avanzando todos juntos en la misma dirección, escuchando, hablando, negociando y, en la medida de lo posible, llegando a acuerdos», señaló en la clausura del XV Congreso del Instituto de la Empresa Familiar, en Barcelona.
La que desempeñó el papel más acerado contra Mas fue Cospedal, que acusó en Lleida al presidente del Gobierno catalán de creerse que está por encima de la ley, de tener desvaríos, de llevar a los ciudadanos al borde del abismo y de actuar contra el Estado de Derecho y contra la democracia. García-Margallo volvió a ser muy duro en Cerdanyola del Vallès (Barcelona), donde dijo que una «declaración de independencia contraria al ordenamiento jurídico no sería aceptable por ningún país de la UE, porque sentaría un precedente de incalculables consecuencias», si bien en esta ocasión se mostró seguro de que las autoridades catalanas, «éstas y las que vengan», respetarán el Estado de Derecho y si quieren hacer una consulta «serán extraordinariamente cuidadosos de que sea dentro del orden jurídico». Arenas, por su parte, afirmó en un mitin en Sabadell que la independencia solo llevará «ruina económica y falta de oportunidades» para Cataluña.
Artur Mas, que el lunes afirmó que entrará en el cuerpo a cuerpo contra las «amenazas» del PP, reclamó ayer a los dirigentes populares que cambien su tono y traten a Cataluña de forma educada y respetuosa. «Que pongan bien el termómetro respecto a lo que pasa en Cataluña porque las cosas han cambiado y hay un movimiento de mucha gente que va en una dirección determinada», advirtió.
Todas las encuestas dan por hecha una victoria de Mas, lo que ya no está tan claro es si será capaz de obtener la mayoría absoluta. El candidato de CiU rebajó algo ayer los objetivos de la federación nacionalista. En parte, porque ahora se conforma con que la distancia entre CiU y la segunda fuerza sea mayor que la que depararon los comicios de hace dos años, cuando hasta hace bien poco reclamaba una mayoría amplia y holgada. En 2010, CiU obtuvo 62 diputados, frente a los 28 del PSC, por lo que Mas tiene margen de mejora, teniendo en cuenta que el que quedará en segundo lugar, ya sea el PP, PSC o ERC, no se espera que supere los 20 escaños.