La denuncia de Jill Kelley, amiga de la familia, originó la investigación del FBI. A la izquierda, la mujer de Petraeus, Holly. :: REUTERS / AFP
MUNDO

La tercera mujer de Petraeus

Una amiga de la familia del exdirector de la CIA denunció que recibía amenazas de un correo electrónico que resultó pertenecer a su amante

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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Una tercera mujer que no es su esposa ni su amante desató la investigación del FBI que acabó con la carretera del militar de más éxito de su generación, el general David Petraeus, director de la CIA hasta el viernes pasado. Jill Kelley, una exuberante joven de origen libanés, despertó los celos de Paula Broadwell, la joven amante del general, que le envió una docena de correos anónimos amenazándola si no se apartaba de su hombre.

Ambas mujeres están casadas, como el propio Petraeus, pero si bien la amante no sentía celo alguno de la mujer de pelo blanco con la que el general lleva casado 38 años, la atractiva joven de Tampa (Florida), tres años más joven que ella, que siempre aparece en las fotos con vestidos ajustados y escotes generosos, la hacía perder los nervios. No hay duda de que Broadwell es guapa, elegante, inteligente y atlética. Fue elegida reina de la belleza en su instituto, se graduó la primera de su promoción en la academia militar de West Point y se doctoró en Harvard y la Universidad británica Kings College, antes de hacerse famosa con la primera biografía de Petraeus, para la que lógicamente dispuso de acceso privilegiado. Con todo, los celos son libres y la traicionaron.

Preocupada por el tono de las amenazas que recibía, Kelley, que dice ser simplemente una amiga del matrimonio Petraeus, se lo confió a un amigo del FBI. Su papel de voluntaria como nexo de un Comando de Operaciones Especiales la conecta con estamentos del Gobierno que no dudaron en abrir una investigación.

La unidad de cibercrímenes del FBI asumió el caso a principios de verano. Su primer triunfo fue desentrañar la tapadera de Broawell con una cuenta anónima desde la que hostigaba a la joven libanesa, casada con un prestigioso cirujano y convertida en una importante figura de la sociedad de Tampa. En su cuenta de correo electrónico, el FBI se encontró con un largo número de Ismael personales con un contenido explícitamente sexual de alguien que, pensaron, se hacía pasar por el general David Petraeus con una cuenta falsa que no pertenecía ni a la CIA ni al Pentágono. Petraeus había sido lo suficientemente listo para crear una independiente, pero una vez que el FBI entró en ella se encontró con «un drama humano».

Máximo secreto

En esa cuenta privada del general no había información confidencial que comprometiese la seguridad nacional del país, aunque sí en la de su amante. Eso provocó que el 20 de octubre los agentes la interrogasen. Dicen que Broadwell reconoció sin dilación la relación extramarital con el general de cuatro estrellas, pero negó que la información confidencial que le habían encontrado procediera de él.Para corroborarlo el FBI entrevistó al general una semana después.

Según el relato oficial, la agencia de investigaciones federales guardó máximo secreto hasta el pasado martes 6 de noviembre. Ese día a las cinco de la tarde, mientras los colegios electorales aún estaban abiertos, informó al director de la Inteligencia Nacional, James Clapper, que recomendó a Petraeus la dimisión. Su segunda llamada fue para los asesores del presidente en la Casa Blanca, que prefirieron esperar hasta el día siguiente para transmitirle la noticia. Obama citó al director de la CIA el jueves en la Casa Blanca. El general se presentó con la carta de dimisión en la mano, que Obama aceptó el viernes tras consultarlo con la almohada.

Fue ese día cuando la senadora Dianne Feinstein llegó a su oficina y se encontró un montón de llamadas de la prensa en buscaba de su reacción a una noticia que no sabía. Como presidenta del Comité de Inteligencia del Senado Feinstein está furiosa por no haber sido informada confidencialmente de la investigación, pero no tanto como su colega republicano de la Cámara baja Peter King. «¿Cuatro meses para establecer la conexión entre las amenazas anónimas y el director de la CIA?», se preguntaba escéptico. King cree que los tiempos de esta dimisión fueron calculados para no dañar la reelección de Obama y de paso bloquear las investigaciones sobre la muerte del embajador Chris Stevens en Bengasi, en las que Petraeus debería haber declarado esta semana a puerta cerrada. Ayer un vídeo en el que la amante de Petraeus lanza la teoría de que el ataque respondiese a la captura ilegal de dos prisioneros por parte de la CIA echó más leña al fuego.