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El Sorolla más puro recrea los jardines
Una exposición del maestro de la luz revela la obsesión del pintor por estos lugares, que revelan su faceta más sobria e intimista
MADRID. Actualizado: GuardarCuando estaba en la cúspide de su carrera, en la primera década del siglo XX, Joaquín Sorolla se hizo construir una magnífica casa en Madrid. El jardín del palacete no era un rincón cualquiera. Era su lugar de descanso y su estudio, pues el artista se afanó en pintar la vegetación y los motivos arquitectónicos que lo integraban. Una exposición en el Museo Sorolla muestra los patios y jardines que el maestro plasmó, espacios que llegaron a obsesionarle en la última etapa de su vida. El museo que lleva el nombre del pintor valenciano exhibe una exposición, 'Sorolla. Jardines de luz', que muestra su lado más sutil, sobrio y esencial.
Sus pinceladas, delicadas y sueltas, capturan detalles sutilísimos, como la luz cambiante o el agua en sus distintas manifestaciones, desde la placidez de una alberca hasta el suave borbollar de una fuente. Los cuadros que se pueden ver, 56 óleos, algunos de los cuales nunca se habían mostrado antes, forman parte de una exposición itinerante que ya ha recorrido los museos de Bellas Artes de Ferrara (Italia) y Granada. Tomás Llorens, comisario de la muestra, subraya que muchos de los lienzos colgados pertenecen a una etapa poco estudiada. «En los últimos diez años de su vida, Sorolla apostó por una pintura más íntima, de formato más pequeño; para poder pintar sentado, tranquilamente, absorto, despacio, observando cómo iba cambiando la luz», dice Llorens.
En sus aspectos técnicos, el trazo es mucho más diluido y busca lo esencial, la intimidad, el recogimiento que se respira en los patios de la Alhambra, que tienen para él algo de conventual por su silencio. Los cuadros de este periodo guardan concomitancias con la poesía pura que cultivaba Juan Ramón Jiménez. No en balde el pintor y el poeta se profesaban una admiración mutua, que se comprueba en los libros que el escritor dedicó a Sorolla.
Adelfas, celosías, estatuas, ventanas bajo la umbría, el sol primaveral se repiten una y otra vez en este arte tan refinado y a la vez tan desprovisto de materiales. Al mismo tiempo que Sorolla trabajaba en el monumental encargo de pintar los 14 paneles de la Hispanic Society, se solazaba en la recreación de jardines italianos, del Alcázar de Sevilla o la Alhambra. En estas piezas maduraba una poética del silencio, una estética que está emparentada con las sensibilidades simbolista y modernista. Sorolla, al proyectar y cuidar su propio jardín como lugar de trabajo, hizo lo mismo que Claude Monen en Giverny (Francia), donde encontró la inspiración para alumbrar sus nenúfares.