Un grupo de clientes compra en un mercado de dátiles a las afueras de El Cairo en plena madrugada. :: AFP
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A la cama por decreto

El Gobierno egipcio quiere limitar por decreto la hora de cierre de los comercios y locales de hostelería, acostumbrados a abrir 24 horas al día

EL CAIRO. Actualizado: Guardar
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Las luces de neón de las tiendas iluminan la calle con tal intensidad que parece la consulta de un dentista. Un tipo con un megáfono, que vende camisetas pirata de equipos de fútbol, compite en volumen con los cláxones de la fila de taxistas y conductores desesperados que apenas han avanzado unos metros en los últimos diez minutos. Parejas con bebés y niños pequeños enganchados a las túnicas de sus madres luchan por abrirse paso entre la fila de clientes que hacen cola -una definición laxa en Egipto- en el mostrador de los helados de la confitería más popular del centro. Es un martes cualquiera en la calle Talaat Harb de El Cairo. Son las doce de la noche.

El Gobierno egipcio se ha propuesto poner orden en los caóticos horarios del país, que han convertido sus calles en un enorme supermercado abierto 24 horas, y quiere imponer a partir de noviembre una ordenanza por la que los comercios deberán cerrar a las 10 de la noche y los locales de hostelería -salvo los destinados al turismo- a media noche. La tarea, valga el símil, es cuando menos faraónica.

El objetivo de los nuevos gobernantes egipcios es ahorrar en electricidad, uno de los bienes fuertemente subvencionados en un país donde los subsidios se comen el 40% del presupuesto anual. La medida, ha dicho el ministro de Industria y Comercio, Hatem Saleh, ahorrará al país 770 millones de euros anuales. Con 83 millones de habitantes y pocos recursos energéticos propios, Egipto es un país donde los cortes de electricidad son frecuentes. Y es que, simplemente, la red no da para más, como ha reconocido el ministro de Desarrollo Local, Ahmed Zaki: «no tenemos suficiente electricidad. No tenemos suficiente gas. No podemos tener las luces encendidas toda la noche y que la gente esté en la calle hasta las tantas. No puede ser».

Sin embargo, al menos por ahora, muchos egipcios no parecen estar dispuestos a permitir que el Gobierno les mande a la cama pronto. «Nuestra forma de vida es así, y va a ser imposible que los políticos lo cambien con una ley que, por cierto, nadie va a respetar», asegura Jamal, un joven ingeniero cairota. Fumando una pipa de agua en un restaurante junto al Nilo que cierra cada día de madrugada -y donde los camareros responden con una risa burlona a la pregunta de si la semana que viene respetarán el nuevo horario y cerrarán las doce-, Jamal reflexiona sobre el porqué de la nocturnidad de los egipcios. «Mucha gente sale de trabajar a las nueve o a las diez de la noche o incluso más tarde y luego se pasan más de una hora en atascos para volver a casa. ¿Cuándo van a hacer la compra si no?», se pregunta.

Recelo de los comerciantes

Entre los beneficios que el Ejecutivo de Hisham Qandil alega para apagar pronto las luces se encuentran la limpieza de las ciudades -una faena complicada con las calles abarrotadas a todas horas-, el silencio y la tranquilidad y el más que necesitado descanso de los egipcios. «La gente se tiene que ir a dormir para poder trabajar al día siguiente. No les estamos diciendo que se vayan a la cama al anochecer», razonaba recientemente el ministro Zaki en una entrevista en un programa de televisión. La productividad, en un país donde uno puede hacerse una limpieza bucal a las 10 de la noche, comprar unos zapatos a la una de la madrugada o encontrarse paralizado en un atasco a medianoche, es una de las preocupaciones del Gobierno.

Pero, si para los egipcios más trasnochadores la nueva normativa es una intromisión en su estilo de vida, para muchos comerciantes es una afrenta a sus bolsillos. La Federación de Cámaras de Comercio de Egipto ha rechazado la medida, aunque sigue negociando con el Gobierno para llegar a un acuerdo. A partir del próximo martes, la Policía debería empezar a multar a los establecimientos que no cumplan la norma y, tras la segunda penalización, podrían incluso retirar la licencia a los dueños.

A pesar de ello, pocos creen que la nueva ley se vaya a hacer cumplir. O, al menos, eso espera Ahmed, que trabaja en una tienda de ultramarinos del barrio de Zamalek que abre 24 horas. «Nosotros seguiremos abiertos toda la noche, porque eso es lo que esperan nuestros clientes», afirma el empleado, que se echa las manos a la cabeza para responder a si muchos vecinos acuden a comprar a las tres de la mañana: «ni te imaginas cuánta gente quiere cigarrillos en mitad de la noche».