ESPAÑA

CUMPLEAÑOS INFELIZ

Rubalcaba sopesa no presentarse a las primarias que la dirección del partido sitúa en 2014 o 2015, pese a la presión para que sean en 2013El 30 aniversario de la gran victoria electoral de 1982 sorprende al PSOE enfangado en su peor momento político

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El 28 de octubre es una fecha para enmarcar en el PSOE, la efeméride de la mayor victoria jamás lograda por ningún partido en la España democrática: 202 de los 350 diputados que tiene el Congreso, un 48% de los votos válidos, hicieron a Felipe González presidente del Gobierno. Treinta años después los ecos de la fiesta se han apagado por completo. No hay nada que celebrar en un partido sumido en la zozobra, más descapitalizado que nunca, incapaz de conjurar el riesgo de una confrontación interna y en busca de un proyecto que le permita volver a conectar con una mayoría social que le ha dado la espalda.

Después de alcanzar un mínimo histórico de 110 diputados en las generales de hace un año, y de haber perdido en una sola legislatura más de cuatro millones de votos, el temor a caer en la irrelevancia se ha apoderado de todo. La preocupación ante unas encuestas tozudas, que se empeñan en subrayar lo inútil de los esfuerzos dedicados por la actual dirección del partido a recuperar la confianza perdida, ha dado paso a una ansiedad difícil de contener tras los pésimos resultados en las elecciones de Galicia y País Vasco. Al PSOE, esa es la conclusión de la dirección del partido, no se le percibe como alternativa de Gobierno.

¿Va camino de la extinción? «Tanto como eso no -sostiene uno de los dirigentes más críticos con la actual cúpula socialista-. Esto no es la UCD, somos un partido con más de cien años de historia y si nuestra papeleta faltara un día habría miles de personas que escribirían PSOE en una servilleta y la meterían en las urnas. Pero debemos asumir que no volveremos a ser el partido hegemónico de la izquierda, que sólo podemos aspirar a ser el mayoritario y lo que queda del 'felipismo' no está dispuesto a aceptarlo».

Lo que queda del felipismo, según esa terminología, es Alfredo Pérez Rubalcaba, apoyado efectivamente por González y veteranos como José Bono, Ramón Jáuregui o incluso, con más distancia, Alfonso Guerra. Pero es también un equipo de personas que pertenece a una generación posterior, entre los 35 y los 55 años, como la vicesecretaria general, Elena Valenciano, el secretario de Organización, Óscar López, el líder de los socialistas vascos, Patxi López, o la portavoz parlamentaria, Soraya Rodríguez.

Aspiran a volver a hacer del PSOE lo que era y en su hoja de ruta está incluso la celebración de una gran Conferencia Política que permita al partido acometer una renovación ideológica similar a la que en 1979 llevó a abandonar los postulados marxistas; un elemento clave para la gran victoria de 1982 de la que hoy se cumplen tres décadas. Dar aquel salto no fue fácil y llegar hasta él tampoco -en el tardofranquismo se había producido la división entre el PSOE histórico de Rodolfo Llopis y el PSOE renovado del que formaba parte González-.

Ahora no es un hombre en la treintena, sino uno de más de sesenta, quien aspira a pilotar la transformación socialista. Y está por ver que pueda llevar a cabo sus planes. A apenas ocho meses del congreso federal que designó a Rubalcaba secretario general con un 51,16% de los votos, suenan tambores de guerra interna.

«Volvemos a la casilla de salida», resumía gráficamente el lunes uno de los miembros de la ejecutiva que más se significaron en la campaña para la elección del exministro del Interior. «La cuestión de la candidatura vuelve a abrirse y en las próximas semanas vamos a ver muchos movimientos». Es como si 2011 hubiera sido un año perdido. Eso lo admiten tanto los críticos como los afines al secretario general. Solo que los primeros creen que «hace falta una sacudida», cambio de caras, y los segundos, que basta con «hacer más rápido» lo que ya tenían en mente.

Rubalcaba ha dejado clara su intención de seguir al frente de la nave hasta 2016, pero está dispuesto, según aseguran algunos dirigentes cercanos, a dejar que alguien más joven y menos identificado con el pasado ocupe el cartel del PSOE para las próximas elecciones. Los plazos son harina de otro costal. En su entorno no falta quien presiona para que el proceso de primarias se abra ya, en 2013, con la idea de que la renovación se visualice cuanto antes. Sin embargo, en su círculo más próximo apuntan que lo conveniente es esperar a algún momento entre las elecciones europeas de junio de 2014, las primeras de ámbito nacional desde la debacle de 2011 y primer gran test para la actual dirección socialista, y las municipales de 2015. «A esas quizá si nos interese ir con el candidato elegido; antes corremos el riesgo de achicarrarlo» argumentan.

Discurso sin alternativa

Mientras tanto, en Ferraz pretenden centrarse en los que creen sus dos principales problemas: la falta de un discurso territorial unitario, algo que, admiten, le ha hecho mucho daño ahora y en el pasado, y la elaboración de una alternativa económica al Ejecutivo del PP. «Ya sabíamos que si las cosas iban a peor con Rajoy, nosotros también pagaríamos el pato porque la gente sigue asociando la crisis a Zapatero -aducen-; a ellos les sirvió el 'cuanto peor, mejor', a nosotros que España remonte».

En plena batalla interna, no tendrán fácil llevar a cabo sus planes. El PSOE de 2012 se diferencia del de 1982 en que no administra poder, sino miseria. Este año, la caída de ingresos ha obligado a la dirección socialista a realizar un ERE, y la subvención pública se ha recortado para 2013 en un 20% adicional al 20% que ya se rebajó en 2012. Ni color con los tiempos en los que todo eran 'baronías'. Y, no obstante, hay algo que no ha cambiado: el alma cainita. «Somos como una secta que, en lugar de adorar al líder lo destruye», comenta con ironía un líder territorial que, como la mayoría, chupa banquillo.

Hay voluntad de mover la silla a Rubalcaba, aunque aún es pronto para saber si alguien dará el paso. El Comité Federal anunciado para dentro de mes y medio, tras las elecciones catalanas del 25 de noviembre, será el lugar y momento para determinar si hay quórum. «Todo depende de Griñán -sentencia uno de los barones más opuestos a la línea oficial-; si él decide que haya congreso extraordinario seremos mayoría».

La posición del líder de los socialistas andaluces y presidente del PSOE es, en estos momentos, una incógnita. Durante varios meses, tras el congreso de Sevilla el jefe de la oposición creyó haber llegado con él a una entente cordial. Ahora, según los suyos, se siente «dolido» y «disgustado» por una actitud obviamente hostil. Pero ni se sabe cuáles son sus intenciones exactas, ni en Ferraz han levantado el teléfono para preguntárselo.

Autoridad

El presidente de la Junta de Andalucía -tuerto en un país de ciegos donde sólo él y el asturiano Javier Fernández gobiernan- aseguró el viernes que no es momento para congresos, ni ahora, ni tras las catalanas. Pero con las mismas, lanzó a los críticos el mensaje de que está dispuesto a dejarse querer.

«El antiguo chaconismo lleva liebre», resume otro secretario regional un poco en tierra de nadie. Su tesis es que el jefe de los socialistas andaluces prepara el terreno para otro. U otra. Pero ni siquiera quienes respaldaron con intensidad la candidatura de la política catalana a la secretaría general dan ahora por bueno que desée seguir adelante. «Sigue creyendo que hay que elaborar otro proyecto, pero tiene dudas de que sea ella quien deba liderarlo», apunta uno de sus antiguos apoyos.

Tampoco, a priori, todos los que en su día estuvieron en las filas de la exministra querrían algo tan drástico como un congreso para nombrar una nueva ejecutiva. «Me preocupa que hay una falta absoluta de pulso y es eso lo que hay que resolver, pero no es momento de meternos en líos internos porque haremos el caldo gordo al PP», alega el líder de una de las federaciones más numerosas del PSOE.

En Ferraz se indignan porque, pese al ruido y las críticas, es difícil entender contra qué o quién deben combatir. «No hay ni idea ni proyecto ni líder alternativo, que sepamos». En estas condiciones, dan la batalla día a día. Mañana tendrá lugar la primera reunión de la comisión ejecutiva al completo desde las autonómicas de hace una semana, y Rubalcaba y Griñán se encontrarán por fin cara a cara. El equipo del secretario general pretende que del encuentro salga un pronunciamiento «a favor de la lealtad y de la cohesión» interna. Un pronunciamiento que, en principio, debería comprometer al andaluz como presidente que es del partido.